Mientras Pere Bota, el fotógrafo que firma las imágenes de este reportaje, retrata a Flavio Maciel (Olinda, Brasil, 1966) en la puerta de su nuevo taller en Palma, una anciana que empuja un caminador se detiene temerosa antes de interponerse entre el artista y el reportero gráfico. Maciel con voz grave y el siempre dulce acento de su país le desliza a la señora:
-Pase, usted es una auténtica artista de la vida. La mujer sonríe, da un tímido ‘gracias' y continúa su camino junto a un hombre de alrededor de 50 años que intuimos es su hijo.
Esta pequeña anécdota callejera da cuenta de la personalidad de un escultor entusiasta que tras estudiar en la Art Student League de Nueva York y residir durante 28 años en Suecia se instaló definitivamente hace un año en Palma desde donde asegura que quiere «obsequiar a Palma con lo que sé hacer».
Los inicios de Flavio Maciel no fueron fáciles. «Trabajaba en la cafetería de la escuela que está en el barrio de Manhattan para pagarme la carrera ya que con la beca que tenía no era suficiente para pagar los cursos», cuenta el escultor. Esta formación académica acabó de perfilar el estilo de un creador que nació a los 10 años cuando ayudaba a su hermano mayor, también artista.
Estilo único
Hoy en día, aunque utiliza todo tipo de materiales en sus creaciones, el artesano brasileño afirma que su punto fuerte es la piedra. Gracias ella da vida a todo tipo de creaciones con las que desarrolla un imaginario particular fuertemente arraigado a la naturaleza, especialmente al medio marino. Peces de labios carnosos y cuerpos imposibles, veleros implacables o híbridos de molusco y humano protagonizan algunas de las obras concebidas durante el último año en su anterior taller. Por otro lado, Maciel explica que no le gusta trabajar con madera ya que, según él, «no deja de ser el hueso de un árbol. No me siento bien. Con la piedra, el hierro o el barro siento una energía positiva, una energía correcta».
El escultor explica que «mi inspiración a la hora de crear viene de mirar a la cara a las personas; de conversar con ellas. Yo no quiero hablar de mi arte, quiero que mi arte hable de mi». Como Flavio no quiere hablar de su arte, le preguntamos sobre su vida. Cuenta que «conocí a mi mujer en la escuela de arte en Nueva York. Ella es una gran pintora. Como es sueca nos mudamos a su país y allí he vivido durante 28 años. Hace diez años compré un piso en Santa Catalina y veníamos aquí solo en vacaciones, un mes al año. Mi mujer me descubrió la Isla, yo no sabía qué era Mallorca. Había estado en Grecia, en Italia... en muchos sitios, pero cuando puse un pie aquí pensé: en este lugar me voy a quedar para siempre. Es un ‘santuario marítimo': tiene playa y mar, me recuerda mucho a mi ciudad. Podría haber vuelto a Brasil pero después de tantos años fuera decidí que no».
Arte y educación
El nuevo atelier de Flavio Maciel no sólo va a ser el taller y la sala de exposiciones donde mostrar y vender su obra sino que tiene la intención de impartir clases a grupos reducidos «de no más de tres personas» para «sembrar vocaciones y ayudar a que mis alumnos puedan desarrollar su estilo». Y es que para Maciel «todos somos artistas. Cualquier cosa es arte. ¿Sabes por qué? Porque cada uno de nosotros somos únicos en este planeta».