El escritor mallorquín Javier Cánaves se dio a conocer como poeta, para luego pasarse a la narrativa. Acaba de publicar la novela Oslo, con la editorial canaria Baile del Sol. Es su quinta obra narrativa, a la que se suman otros cinco poemarios, entre los que destaca Al fin has conseguido que odie el Blues, con el que obtuvo el premio Hiperión.
Se dio a conocer como poeta, ¿cómo elige el género en el que va a escribir?
No compagino la poesía con la narrativa. Primero escribí versos y luego pasé a la prosa como medio de expresión. Podemos decir que jamás fui poeta y novelista a la vez. Mis primeros intentos antes de publicar fueron narrativos. Me siento cómodo en ese terreno. Ahora mismo doy clases en un taller de escritura de la plataforma Fuentetaja y justamente es de narrativa.
¿Qué encontramos en Oslo?
En realidad, Oslo son dos novelas breves y un relato que comparten una atmósfera que se podría calificar de onírica. Me centré en Oslo por lo que tiene de desconocido para mí. Terminé las dos novelas en 2016 y hasta hoy, que se han publicado conjuntamente.
¿Qué le motivó a publicarlo como un solo volumen?
Se publicó como un solo volumen por motivos editoriales. La edición se fue posponiendo y cuando repasé los trabajos me di cuenta de que encajaban muy bien juntos. Las dos novelas y el relato comparten algunos elementos; protagonistas desorientados, espacios solitarios, la presencia de las heridas y lesiones. En la primera novela que da título al volumen, Oslo, el espacio solitario es el de la ciudad y en la segunda es una casa apartada. El relato final participa de esa misma atmósfera.
Es una novela árida por su temática, ¿cómo encaja este estilo un poeta?
No entiendo lo árido como contrapuesto a lo poético. Para mí Cormac McCarthy puede ser árido, pero me interesa ese tono de poesía despojada. Me gustan los contrastes. Pasar de una descripción muy poética a algo más duro y creo que el libro participa de esta alternancia.
¿Qué influencias podemos encontrar en esta novela?
El cuento latinoamericano, como los de Samanta Schweblin o Julio Cortázar. Soy un escritor realista, pero me interesa meter elementos que escapen de la realidad. No se trata de escribir un relato gótico, pero sí introducir ese punto de escape. Me encanta meter historias dentro de historias. Es lo que se conoce como ‘cajas chinas'. En Oslo la narración principal está jalonada de pequeñas historias independientes dentro de la propia novela. El poeta Pedro Andreu comparó Oslo con el Comala de Juan Rulfo. Creo que realizó una lectura muy generosa pero bien encaminada.
¿Qué punto de vista adopta en la narración?
Hay elementos que entran de lleno en la autoficción. Intento ser muy visual. Es lo que le aconsejo a mis alumnos. Empecé a escribir por intuición; la historia que me movió fue imaginarme a una persona que está en un aeropuerto y se encuentra solo en ese espacio. A partir de ahí desarrollé la narrativa pero sin ir a ciegas y buscando el lugar al que me dirigía. No son novelas de digresión, tiene un argumento y una narrativa clara.
¿Usted imparte un taller de escritura, ¿qué le parece el formato?
Creo que la gente se equivoca al pensar que el que hace un taller de escritura quiere ser escritor. No es así. Mucha gente lo hace para aprender a escribir, nada más, y para dar salida a algo que necesita. Se trata, muchas veces, de un proceso personal. En este sentido es útil, pero también es cierto que algunos alumnos han publicado sus novelas.