Jordi Maranges presentó recientemente Allau, un disco de electrónica bailable y poemas musicados. Ahora, presenta una versión de Los soldados del amor, de Marta Sánchez. El cantante actuó dos veces en el festival de Benicàssim y en el Mercat de la Música de Vic. En su trayectoria destaca el proyecto para el Atlàntida Film Fest sobre Jean Genet, que fue el germen de su pieza La balada del hombre penetrado.
¿Cómo nace Allau y la colaboración con Veru Iché?
—La Premonición que aparece en el disco no es como la pensé. Anteriormente hice una remezcla de Oro puro. Premonición se merecía otra oportunidad. Es de las canciones que más se escuchan del disco. Me pareció interesante darle una segunda vida. El videoclip lo dirigió Veru Iché y está grabado en un polígono.
Su obra bebe de la literatura. En Allau, de hecho, hay poemas. ¿Qué relación establece entre esos dos mundos?
—Utilizo la música para acercarme al terreno literario. Escribir requiere disciplina y trabajo. Muchas veces me he sentido más cerca de las letras que de la música a la hora de crear. Me interesa todo lo que envuelve el mundo del pop y la literatura tiene algo de trastienda de las canciones.
Allau es su sexta entrega musical, ¿qué significa en su carrera?
—Es un disco-concepto que desarrollé en un momento personal complicado: me detectaron una enfermedad crónica y murió mi madre. Es un trabajo que me gusta, pero es complicado por motivos personales. El proceso de realización fue casero. Le dimos la pátina final en el estudio Fabela y desde Fonart financiaron el libro. La idea de recopilar las fotos que me hizo Dani Piquer fue de Ana Espina.
Lleva dos décadas en un escenario, ¿cambió para usted el proceso de creación?
—Sí, el proceso de creación cambió. «El diablo en el ojo» era un grupo y funcionábamos en equipo. Desde que estoy en solitario lo hago todo yo. Eso permite más libertad, pero también más responsabilidad. Tienes que tomar decisiones y lidiar con errores. El secreto está en responsabilizarse de lo bueno y lo malo.
En Allau aparece travestido, una constante en usted...
—Del transformismo me interesa la construcción del genero, tratado desde un lugar autobiográfico. Tuve que lidiar con lo que significa ser una persona no normativa en los 80. A veces pienso que tengo una mirada romantizada sobre el tema. Rupaul está asimilado pero antes no pasaba eso. El transformismo lumpen y el mundo de la marginalidad siempre me han interesado como desafío al heteropatriarcado.
En David y Jonatán habla de una relación entre un joven y un antiguo transformista interno en una residencia de la tercera edad. ¿Cómo nace la idea?
—Este tema nace de la observación de la cotidianidad entre personas dependientes e inmigrantes. Me imaginé a dos hombres de edad muy diferente que son pareja. Así nació una canción que habla de dos parias sociales; la persona mayor dependiente y el migrante sin papeles. Me parecen polos opuestos y eso me motivó. El mainstream está estereotipado, no es emancipador. Con temas como David y Jonathan tenemos que repensar nuestro imaginario y crear historias compartidas.
¿Y La balada del hombre penetrado?
—Es una canción política. La escribí a partir de lecturas de teoría queer. Me sorprende la idea del hombre que niega su parte anal. Me inspiré melódicamente en los crooners, que representan un tipo de masculinidad hegemónica. Imito un poco a los patrios; Camilo Sesto o Nino Bravo, pero con una letra que atenta contra la masculinidad clásica. Para mí es una canción protesta.
Acaba de versionar Los soldados del amor, de Marta Sánchez. ¿Qué significa para Jordi Maranges?
—Es una versión de una de las canciones más conocidas de los noventa, que sonó en la guerra del golfo. Es un himno al amor y a la fraternidad. Se me ocurrió para un proyecto y al final la publiqué de forma independiente.