Javier Cercas es uno de esos escritores de los que importa tanto lo que dice entre las páginas de sus libros como fuera de ellas. No es asunto sencillo que ficción y opinión pesen tanto en la misma persona, pero el extremeño-catalán se lo ha ganado con su ojo crítico sobre la izquierda y su analítica mirada de la sitaución política de nuestro entorno, algo que compagina con el éxito literario gracias a obras como Anatomía de un instante, Soldados de salamina o la trilogía de la Terra Alta, cuya última entrega, El castillo de Barbazul, transcurre en Mallorca. Ayer por la tarde, Cercas acudió al Museu Fundación Juan March de Palma para charlar con Sergio Vila-Sanjuán sobre arte, política y literatura, los tres ejes sobre los que pivota su última novedad editorial, No callar (Tusquets), donde recopila artículos, ensayos y crónicas publicados en los últimos años en los que la verdad y la mentira juegan un papel central.
Su nuevo libro lleva por nombre No callar, ¿no debemos callarnos ante nada o hay alguna situación en la que sea conveniente?
Sí hay que callar a veces, pero hay que saber cuándo callar y cuándo hablar. Mi lema es el de Montaigne, uno de los mayores sabios que ha habido, que decía que mentir no hay que hacerlo nunca, pero no siempre hay que decir la verdad. Es un tema que me interesa mucho y solo hay un gran filósofo que dice que no hay que mentir nunca y ese esKant. Todos los demás aceptan la mentira.
¿Y un escritor? ¿Puede mentir en su oficio quien relata una novela?
Es que hay que distinguir. En el periodismo, por ejemplo, o la historia y la vida misma, la mentira está terminantemente prohibida, pero en la ficción es distinto. Una ficción no es una mentira, pero se le parece bastante. La prueba está en que en latín se dice mentiri y significa tanto mentir como inventar. Don Quijote o Michael Corleone no existieron, se los inventó alguien. Tanto la historia como la literatura buscan la verdad, pero son distintas. La de la historia es concreta, factual, real, ocurrió en un momento y un lugar a personas determinadas, pero la de la literatura es moral, abstracta, ocurre a todos en cualquier tiempo y lugar.Son complementarias.
¿Considera que puede, y de ser así si debe, el escritor dar la espalda a su tiempo?
Los escritores somos también personas, gente normal y corriente, ciudadanos. Puedes ser un idiota como lo entendían los griegos, gente que no prestaba atención a lo que tenía a su alrededor, pero los buenos escritores no son idiotas. Y el mito del escritor que da la espalda a su tiempo es eso, un mito, que yo mismo me creí cuando era joven e indocumentado. De joven mis ídolos no era Sartre, sino Broges y Kafka y yo creía que daban la espalda a su tiempo, pero eso es una trola.
¿Qué hay de lo político? ¿Puede el escritor ser político sin ser politizante?
¿Qué quiere decir politizante?
Que lo político es ineludible, pero lo politizante orienta tendenciosamente.
Estoy de acuerdo y si le entiendo bien es algo que me obsesiona. Para mí es una de las grandes supersticiones de la modernidad y de nuestro tiempo que es que la literatura no es útil. Es muy interesante y, de hecho, me gustaría escribir sobre esto un librito que se llamará Malentendidos de la Modernidad. Una de las mentiras de la Modernidad es que la literatura no es útil, pero esto surge de malinterpretar determinadas ideas de esta época porque Oscar Wilde o Flaubert lo decían como un sarcasmo, una provocación ante el rastrero pragmatismo de los burgueses de su época que solo entendían lo útil como hacer más pasta. ¡Cómo no va a ser útil la literatura! Esta es ante todo un placer, como el sexo, y una forma de conocimiento, como el sexo, por eso cuando alguien me dice que no le gusta leer le digo que le acompaño en el sentimiento porque ¿hay algo más útil que el placer? Si lo hay, yo no lo conozco. La literatura es una forma de de vivir más, de manera más rica y compleja, y una forma de crear insumisos, rebeldes. Tenemos que cambiar nuestro concepto de utilidad. La gran paradoja es que la literatura es útil cuando no se propone serlo, si se lo propone es propaganda y no sirve para nada.Deja de ser literatura.
¿Hay límites a los riesgos que debe asumir el escritor?
No, no hay. El escritor que no corre riesgos es un escribano. Esto lo decimos todos, pero pocos lo practican. Escribir consiste en ir al fondo de lo desconocido para encontrar lo nuevo. Yo, como persona, me considero razonablemente cobarde, pero un escritor no valiente es como un torero cobarde: se ha equivocado de oficio.
¿Implica una necesaria huida hacia delante?
Exacto y solo va hacia la muerte. Hay que jugársela porque escribir es saber aquello que querías decir, pero que no sabías antes de decirlo.
¿Se podría decir que lo que diferencia a un escritor de un político es que el primero sabe que escribe ficciones, pero el segundo pretende que las suyas sean reales?
Sí, pero es que el político no debe mentir y lo hemos aceptado. Eso es una catástrofe. Los políticos siempre han mentido, hay que decirlo, mentira y política se llevan muy bien, pero en los últimos años hemos visto que la mentira tiene más capacidad de difusión que nunca en parte porque nos hemos vuelto muy tolerantes con ella, y de esto hay flagrantes ejemplos. La cultura anglosajona y americana era muy dura con la mentira y hemos visto un presidente que mentía no sé cuántas veces al día y no solo no pasaba nada, sino que lo van a volver a votar. Ha habido inundaciones masivas de mentiras. El Brexit es consecuencia de ello, lo que pasó en Catalunya en los años del Procés tambié. No hay nada más potente que la mentira, tiene un poder salvaje, y los políticos, incluso los que vienen de tradiciones no populistas, han visto que funciona y lo usan sin el más mínimo escrúpulo y esto es barbarie. Lo que estamos viendo es que la partitocracia no sirve y hay que rebelarse contra eso, porque es totalmente insuficiente. Esto a mí me da miedo porque es algo que está ocurriendo ahora y o nos protegemos o vamos todos al abismo colectivo.