Su nombre es un homenaje a la ópera L'aviatore Dro (1915), un poema trágico en tres actos pergeñado por el compositor italiano Francesco Balilla. Aviador Dro y Sus Obreros Especializados, también identificados como Aviador Dro, nacían en el efervescente Madrid de finales de los ‘70 de la mano de Servando Carballar, Arturo Lanz, Gabriel Riaza y Juan Carlos Sastre. Su sonido irrumpió como una nube oscura, dramática y enigmática, fuertemente ligado a los estándares de Devo y, muy especialmente, al de los alemanes Kraftwerk. Canciones como Selector de frecuencias, Baila la Guerra, Nuclear sí, La chica de plexiglás, La ciudad en movimiento, Vortex o Néstor, el cyborg les colocan como pioneros, puntales indiscutibles, del pop electrónico estatal. Este viernes, a las 21.30, la sala Es Gremi acogerá un repaso a lo más significativo de su repertorio.
Aviador Dro nació en plena era analógica con la intención de acercarnos el futuro. De su sonido, preciso y frío, brotaron alguna de las canciones más elocuentes y definitorias que ha dado la intensa relación entre el hombre y la máquina en España. Pero, remontémonos a 1979, año de ignición de este proyecto liderado por Servando Carballar, único superviviente de la tripulación original... El mundo vivía bajo la amenaza del botón rojo. El Kremlin, el Pentágono, el Sputnik, el Apollo, la CIA, la KGB… La Guerra Fría era una realidad que escapaba de las novelas de John LeCarré. La democracia y la nueva era del bienestar gobernaban a un lado, en el otro extremo la represión asfixiaba al ciudadano. Y en medio España, un país que empezaba a dejar atrás su particular ‘telón gris' y, aún algo desnortado, perseguía su propia identidad económica y cultural. De esos brotes verdes nacía el único grupo superviviente de la auténtica ‘Movida Madrileña'.
Visionarias
Obsesionados con la calidad del sonido, y armados con unas letras visionarias, no tardaron en convertirse en estandartes de un nuevo género que lanzaba al mundo proyectiles de techno pop sobrios y automatizados. Aviador Dro eran una especie de delegación española de Kraftwerk, aquel conjunto de gélida sonoridad que cantaba como un escuadrón sincronizado. Ambos compartían mucho más que sus postulados musicales, sus atmósferas destilaban una melancolía sostenida en el sintetizador y vocoder. Hoy cualquiera puede hacer música desde su casa y llegar al mundo sin intermediarios, pero Aviador Dro fueron pioneros en el desarrollo de ese lenguaje basado en la fusión hombre-máquina que tan buenos réditos ha dado a la música.