El Teatre Principal de Palma acoge mañana, a las 20.00 horas, el inicio de temporada de la Orquestra Simfònica de les Illes Balears con un programa de cine. O, mejor dicho, de música de cine. Para la ocasión la OSIB interpretará junto al Coro de la Universidad de Málaga el concierto Bandas sonoras, en el que conocidas e importantes canciones del séptimo arte resonarán en el espacio de Ciutat al ritmo de la batuta del director de orquesta Rubén Gimeno, que se pone al frente de ambas formaciones.
El propio Gimeno detalla que no es muy diferente «dirigir para música de cine o clásica» porque el «planteamiento es el mismo» y el trabajo no cambia aunque se trate de Mozart, Beethoven o John Williams. Lo que sí cambia, quizá, es el salir de «la rutina» para los músicos y, al mismo tiempo, interpretar canciones muy conocidas por el público para «que se acerque gente que, quizá, no iría a ver a una orquesta sinfónica».
Por otro lado, el hecho de que los temas formen parte del imaginario colectivo de la gente no añade presión, sino que «me siento igual de libre como cuando hago otro repertorio», aunque sí es cierto «que el público tiene sus referencias, pero no me siento nada encorsetado».
Gimeno, que viene de una familia de músicos y comparte profesión de director orquestal con su hermano, también confiesa que «no tiene mucho secreto» el hecho de que acabara entrando en el reino de las musas. A pesar de todo, «no hubo presión», sino que fue un camino natural, pero «sabía a temprana edad que viviría para ello». Algo que comenzó a experimentar con sus estudios de música, formándose como violinista, y finalmente decantándose por la dirección cuando surgió una posibilidad. «Lo vi como una manera de mejorar como músico, no tanto porque quisiera dirigir, fue parte del camino».
El hecho de haber estado al otro lado del podio, sentado en la sección de cuerdas con el violín al hombro, le da «conocimiento de ese lenguaje porque hay muchas obras que dirijo que las he tocado como músico y, si bien no me da ventaja, sí me permite conocer la psicología de la orquesta», indica.
Finalmente, para Gimeno, lo peor de su profesión como director de orquesta es «la soledad». No se refiere a cuando está en el podio dirigiendo, sino a después del concierto o en los ensayos: «Hay una distancia natural que debe ser así, pero a veces echo de menos poder tomar un café con los músicos en un descanso en los ensayos, pero ahora prefiero no interferir porque esos grupos suelen ser cerrados». Asimismo, tampoco se le escapa la parte bonita: «Ser director me permite disfrutar de la música de otra manera y conocer lugares que no habría podido ver si no fuera por este trabajo».