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El silencio y lo efímero danzan contra el olvido al ritmo de La Ribot

Can Balaguer acoge esta tarde, a partir de las 19.00 horas, la obra ‘Piéce distinguée Nº45', que forma parte de la Nit de l'Art

La coreógrafa, bailarina y artista visual conocida como La Ribot, este martes en Can Balaguer. | Pilar Pellicer

| Palma |

La danza, la música en directo o el teatro son artes que nadan a contracorriente. En lugar de basar su valor en la perdurabilidad y la posesión, como pueden hacerlo la pintura o la escultura, se basan en lo efímero, lo breve y en lo único de cada función. Una buena expresión de la temporalidad humana. De ello sabe bastante María José Ribot, conocida como La Ribot, bailarina, coreógrafa y artista visual que lleva tantos reconocimientos a sus espaldas como torsiones ha realizado esta en sus cientos de performances. La madrileña presenta en Can Balaguer esta tarde, a las 19.00 horas, su Pièce distinguée Nº45, propuesta que forma parte del ciclo 1, 2, 3... Acció! del Ajuntament dePalma para laNit de l'Art.

La 45 es una pieza que forma parte de un proyecto, el de las Piezas distinguidas, que se remonta a 1993 y que tiene por objetivo llegar a 100. Actualmente ya va por la 60. «El otro día pensaba si me dará tiempo a llegar a hacerlas todas», expresa La Ribot que contesta lo siguiente a la pregunta de si cree que lo logrará: «Depende de mí».

Hilo conductor

A lo largo de los 30 años que han pasado desde que inició ha habido muchos cambios, muchas vicisitudes, cambios de domicilio, reconocimientos, y a pesar de todo es posible hallar el hilo conductor: «Continúa a las primeras en las que ya usaba la pintura roja», detalla.

La de esta tarde, la 45, forma parte de una serie propia que arrancó en 2016 y se basa en «hacer piezas que no fueran teatrales ni pensadas para ser tratadas más que con luz solar», razón por la cual si la variante climatología isleña lo permite, se realizará en el patio del casal. A su vez, «no hay música, es todo silencio» y los dos bailarines, Lisa Laurent y Ludovico Paladini, del ensemble de La Ribot, simulan a una pareja que, a ojos de su creadora, «son como una especie de Romeo y Julieta». En este sentido, esta singular pareja vestida con ropa de gala, se envuelve en un juego de identidades borradas y amores que se desvanecen uniendo el lenguaje de las artes escénicas y la propia pintura, que aquí aparece «de manera industrial».

La Ribot, galardonada con el Premio Nacional de Danza en el 2000 o el León de Oro en la Bienal de Venecia en 2020, es consciente del carácter efímero de su arte y del de aquellos con quien comparte lenguaje expresivo: «Siempre ha sido así, no permanece, pero sí lo hacen las ideas», explica. Sobre si España se ha abierto más a este tipo de expresividad, teniendo en cuenta que ella misma decidió irse en su momento por la falta de oportunidades, le resulta «difícil saberlo». Para la artista hay «más censura que antes y es más peligroso hacer cosas», aunque matiza que «los de antes de nosotros ya decían lo mismo». Lo que sí es verdad, aparentemente de forma clara, «es que el público avanza mucho más que las políticas culturales o los programadores».

Por estas razones ella misma confiesa haber tenido que «pelear» por su arte, aunque, según la artista, «lo mismo hacemos los que creemos en lo que hacemos». En esa pretensión se ha movido siempre La Ribot desde los márgenes del arte, algo que la ha llevado a trabajar con no profesionales, gente con capacidades diferentes, sexualidades diversas, y demás figuras «que yo llamo marginales», y por ello se le escapa que los reconocimientos recibidos podrían haber sido «peligrosos» al normalizar su práctica y centralizarla. «Algunos amigos me decían que tras el León de Venecia no tenía nada que hacer, pero en el fondo depende del deseo propio de querer estar ahí».

Y, volviendo al inicio, lo efímero toma de nuevo la palabra. Su arte, sus actuaciones y ella misma, como todos, no perdurarán, pero sí las ideas y sus interpretaciones. Por ello, para La Ribot no deja de ser una verdad como un templo lo que a veces suena a cliché: cada actuación es única. «Por mucho que veamos nubes nunca son la misma. Siempre viene la misma tormenta, pero siempre es diferente, por eso se hacen tantas versiones, porque la interpretación lo hace diferente. Algunas con más libertad para la improvisación que otras porque, al final, quien es más libre siempre es el público».

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