Poesía y feminismo se dan la mano en Flamarades sortiran (Godall Edicions), el nuevo libro de Maria Antònia Massanet (Artà, 1980) en el que confecciona una antología de poesía catalana feminista a lo largo de más de 150 años, desde Maria Antònia Salvà hasta 2020. El volumen, que aspira a ser una herramienta de estudio para descubrir nuevas poetas e indagar en la obra de otras muchas, está prologado por Meri Torras Francés. La presentación tendrá lugar el 29 de septiembre en Quars (Palma).
Se define como poeta feminista. ¿Vuelve o sigue siendo necesario declararse feminista?
—Parece que de hace once años hacia aquí ha habido un gran avance en la consciencia feminista y que ahora el feminismo está de moda, pero cuando cursé el máster en Estudis de Dones, de Gènere i Ciutadania en 2007 era el primero que había de este tipo en España. Muchos me preguntaban por qué estudiaba eso si ya había igualdad. Ahora, en cambio, tenemos clarísimo que hay mucho por hacer, especialmente desde 2018, con el Me Too o la sentencia de La Manada. Casi todas las poetas que conozco se declaran feministas, pero recuerdo que hace más de diez años algunas me decían que defender el feminismo era una tontería porque estaba superado. Ahora, sin embargo, se declaran casi como puntas de lanza del feminismo.
Ahora es incluso raro no proclamarse feminista.
—Entre mujeres poetas lo es, porque la poesía es el género por excelencia que se ha usado para la denuncia política, para remover consciencias, para protestar… Por esta razón el libro empieza con la sección Proclames feministes. Pensé: «Vamos a dar ejemplos a parte de los de siempre de Maria Mercè Marçal, que también se han usado para tantas pancartas del 8-M». Al fin y al cabo, qué mejor que recorrer nuestras poetas patrimoniales. Todo esto se ha normalizado y se ha convertido en mainstream.
¿Pero eso no es peligroso? Las modas, como es bien sabido, suelen ser pasajeras…
—Yo creo que esta moda ha venido para quedarse. Está muy integrada. Basta ver, por ejemplo, las películas de grandes producciones de Marvel. Lo que sucede es que nos encontramos en una sociedad más polarizada en la que, además, hay un auge de la derecha y la ultraderecha. Soy profesora de instituto y me doy cuenta de que entre los jóvenes y también entre los docentes hay más consciencia antimachista, pero también menos racismo y menos aporofobia.
Pero no podemos bajar la guardia…
—No, no nos podemos relajar en absoluto y es algo que se aprecia en esta antología. Y nos hemos dado cuenta de ello ahora con las elecciones. Sigue habiendo ataques contra la comunidad LGTBIQ+ o contra todo lo que se salga de la hegemonía imperial. La igualdad acaba siendo un espejismo, un horizonte lejano al que no podemos llegar nunca: cada vez que nos acercamos a él hay un retroceso en los derechos adquiridos. Ahora nos tocará defender la lengua como hicimos con Bauzà y nos tocará ir a por todas con todo. Por eso pedí que presentara en Palma la antología Rosa Maria Cursach [quien fuera directora del Institut Balear de la Dona y directora insular de Igualtat]. Ella me decía que efectivamente tendremos que volver a los actos de resistencia para reivindicar la lengua, la identidad de género…
En la introducción avisa que el libro no es un mero ejercicio de visibilización. De hecho, el lector encontrará un estudio, una clasificación por temáticas de más de cien autoras a lo largo de más de 150 años, desde Maria Antònia Salvà hasta 2020.
—Es que confeccionar una antología implica tomar muchas decisiones y elegir entre varias opciones. He estado cuatro años trabajando en este libro. ¡Me pasé todo el 2021 sacando poemas del libro! Y cada vez que tenía que deshacerme de alguno era como una pequeña amputación. Cuando se trata de poemas míos no me cuesta tanto… Hay muchísimas antologías de mujeres poetas, yo misma hice una con Aina Riera en 2014, pero no hay tantas sobre poesía catalana feminista. De todos modos, las que están más visibilizadas son las jóvenes y las más mayores, pero ¿y las de mediana edad? Aquí he intentado tener en cuenta a las poetas de entre 50 y 70 años. Por otra parte, quería que este libro fuera como una herramienta para descubrir nuevas autoras y las diferentes temáticas del feminismo, que el lector se acercara porque está interesado en la poesía o en el feminismo, que fuera un cruce de ambas cosas.
¿Cómo empezó a armar la antología?
—Como he comentado antes, cuando empecé a cursar el máster, aunque en realidad viene de antes, porque siempre me ha gustado mucho leer y escribir. Cuando gané el Art Jove entré en crisis: era una mujer que escribía poesía, pero no tenía referentes femeninos. Y, como tantas otras mujeres, tuve que construirme como autora. Después, a raíz del máster empecé a indagar más y di con muchas que admiro, como Hélène Cixous, Luce Irigaray y Julia Kristeva. Me di cuenta de que había poetas que ponían nombre a lo que a mí también me inquietaba. Y, a medida que leía, me daba cuenta de que había unos temas recurrentes. Al final me han salido veinte diferentes, entre ellos los cuidados, la maternidad o la no maternidad o la sororidad. He echado en falta algunos también, como el feminismo y el antirracismo o la diversidad funcional. No me parece raro si tenemos en cuenta que la poesía es el género literario en el que las mujeres más han tardado en entrar, ya que se consideraba un género elevado y, por tanto, de hombres. Creo que las poetas hablan de las cosas que les preocupan de forma más directa, clara y sencilla que no sus homólogos masculinos. Y precisamente por esto a veces se las ha desterrado, porque si eres demasiado directa en poesía es que lo que haces es de poca calidad.
¿Ha observado alguna tendencia en los temas que han abordado las autoras o la forma en la que lo han hecho a lo largo de los años?
—El tema más trabajado es el de la maternidad y la no maternidad. En cuanto al estilo, ahora se usan más términos médicos y más analíticos, que hacen que el lenguaje sea más directo, pero también más preciso y limpio. Al final, la poesía también es como un bisturí, busca la esencialización. Eso no quiere decir que esté exento de metáforas, pero es verdad que ya no se tiende tanto a edulcorar o a maquillar; se habla sin prejuicios ni manías.