La prestigiosa mezzosoprano Elina Garança (Riga, Letonia, 1976) será una de las protagonistas de la primera velada del Cap Rocat Festival, que arranca este viernes 4 de agosto y se prolongará todo el fin de semana con un cartel repleto de nombres de primer nivel internacional. Garança, que aterriza en Mallorca tras su muy aplaudido paso por la inauguración del prestigioso Festival de Bayreuth, será Santuzza en Cavalleria Rusticana y compartirá escenario con Michael Fabiano (tenor), Luca Salsi (barítono) y la soprano Maria Agresta, arropados por la Orquestra Simfònica de les Illes Balears y bajo la batuta del director de orquesta Nicola Luisotti. Las entradas están a la venta en la página web oficial del evento: www.festivalcaprocat.com.
Enhorabuena por su triunfal debut en Bayreuth. ¿Ha leído las críticas?
—He mirado un poco, pero no soy de los que leen inmediatamente las críticas porque, o te pones súper eufórico o súper deprimido. Suelo recibir todo como dossier de prensa el día de la última representación y lo leo un poco a la vuelta. Pues el público fue muy generoso conmigo. La verdad es que tuve buenas sensaciones. Y los amigos me han enviado críticas positivas, eso me basta.
Unos críticos le llamaron después de la inauguración «nueva guardiana del Grial», «heroína del Festival de Bayreuth», «nueva estrella del santuario wagneriano». ¿Qué se siente?
—Creo que aún no he comprendido lo que acaba de suceder. En realidad he llegado con muy poca antelación y, sobre todo, es el primer papel de Wagner que canto. Que se fijen en mí de esta manera en el festival es sencillamente increíble. Primero tengo que digerirlo.
¿No estaba un poco nerviosa antes de su debut?
—¿Cómo que un poco? Aquella mañana, primero se me cayó la bolsita de té, luego un cuchillo y un tenedor comiendo la tortilla, y cuando estaba pagando en el local del desayuno me di contra la puerta. Luego perdimos el vuelo por dos minutos y tuve que pedir un coche para ir a Bayreuth. En realidad todo eran señales que decían: ‘¡No vayas!' (risas) Pero luego, de alguna manera, te recompones y dices: si ya estamos allí, entonces seguiremos adelante. A veces era como estar en trance, y tengo que decir que mis colegas me llevaban en volandas. Es un gran equipo, esto está claro.
¿A qué debemos el lujo de que ahora venga a Mallorca para cantar en el Festival de Cap Rocat?
—A mi viejo amigo Ilias Tzempetonidis. Nunca había estado en Mallorca, salvo en el aeropuerto. No siempre me atrae interpretar música clásica en los lugares tradicionales, sino precisamente donde uno tal vez no iría de otro modo. Llevo diez años organizando el evento Elina Garanca & Friends en Kitzbühel. Para mi público, Kitzbühel sólo es conocida como lugar de esquí y golf. Con buenos amigos, buena compañía y buenos músicos se podría hacer algo así también en Mallorca, que es más conocido por su turismo. Y si mi nombre, mi presencia y mi respetabilidad pueden sentar unas bases aquí, ¡por qué no! El festival es nuevo y todavía tiene que crecer, pero es emocionante y puede tener un desarrollo interesante.
En la representación de Mallorca, cuatro de los solistas son miembros de la Ópera Estatal de Viena. Casi parece una reunión familiar.
—Creo que ésa es también la idea y la habilidad de Ilias. En sus repartos, no importa en qué teatro o festival, no sólo piensa en la calidad, sino también en la familiaridad. Cuando el público ve y oye esta familiaridad entre los intérpretes, también hay una cierta intimidad en la música que es mucho más fuerte que cuando cantas con alguien que no conoces. Y como todos hemos hecho algo juntos antes, sabemos en qué nos metemos, confiamos los unos en los otros y nos divertimos juntos porque también nos entendemos bien a nivel musical.
En sus representaciones de Cavalleria Rusticana cantó primero el papel de Lola y ahora asume el papel de Santuzza.
—Desde las entrañas, todavía tengo el impulso de unirme después del interludio en Lola. Nunca olvidaré en mi vida las primeras notas de Fior de giagiollo. Me encantó esta ópera desde el principio. Y la Santuzza es una parte que parece adaptarse a mí por su intensidad melancólica y su cierto orgullo. Creo que así también se forja mi personalidad como Elina. Mi sueño sería cantar el tercer papel femenino, Mamma Lucia, al final de mi carrera y cerrar así el círculo.
La gran Joan Sutherland la describió una vez como «una diva nata». ¿Qué cualidades se necesitan para ser una diva?
—No lo sé. Esperaría que viniera de divino, algo mágico que percibimos pero que no podemos captar ni describir. Los cantantes no nos ponemos esos títulos. Lo hacen las personas que nos observan, las que nos escuchan, las que nos describen o nos destrozan en las críticas. Los cantantes no podemos valorar eso y no podemos justificarlo ni juzgarlo. Eso lo decide el público.