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La Serra de Tramuntana como última frontera ante el ladrillo desbocado

La artista Olimpia Velasco inaugura este domingo en el Convent de Sant Domingo su nueva instalación, ‘Muntanya roja'

Imagen general de la exposición con el neón rojo, la montaña de ladrillos y la parte trasera del vídeo proyectado en la Església del Convent de Sant Domingo.

| Palma | |

Tres momentos conectados, pero independientes. Cada uno anclado en un instante de la historia de la Isla. No uno específico, sino un presente, un futuro y un estado atemporal. En ellos, se viaja desde unas imponentes montañas, la Serra de Tramuntana, con sus parajes sin igual, sublimes en el sentido kantiano, es decir, superiores, indiferentes a la acción humana. Acto seguido, lo impensable: la misma Serra convertida en ladrillos y una línea roja, símbolo de la última frontera del urbanismo desencadenado. La instalación, Muntanya Roja, es obra de la artista Olimpia Velasco, y se inaugura este domingo, a partir de las 12.30 horas, en la Esglèsia del Convent de Santo Domingo de Pollença.

Comisariada por Andreu Aguiló, el acto inaugural contará con la soprano Anne Leohold, cuya voz forma parte del sonido de la instalación y actuará en directo.

Primer plano de la montaña roja de ladrillos que componen parte de la exposición.

Según detalla la propia Velasco, la montaña siempre ha sido un «referente en mi trabajo», y le sirve ahora como eje de una «propuesta arriesgada, pero necesaria» que busca evocar «una reflexión de lo que viene y de lo que desaparece» en el proceso, ya que es «nuestro logro y nuestra destrucción».

Partiendo del concepto de ‘ocaso' (puesta de sol, pero también decadencia), Velasco invita a los espectadores a «subir a la montaña a esa hora de la tarde» en la que la luz naranja del astro rey se filtra y tiñe el paisaje. La sorpresa es cuando descubres que lo que parecen campos, peñascos, acantilados y picos anaranjados bañados por la cálida y enrojecida brocha del sol son, en realidad, ladrillos.

Olimpia Velasco colocando algunos de los ladrillos de la muestra.

Para lograr en el visitante esta sensación, la exposición cuenta con un vídeo proyectado sobre una lona de grandes dimensiones (de cinco por tres metros) que influye en el observador para hacer nacer en él «una sensación nostálgica», pero es nostalgia no de un tiempo pasado, sino de un presente que, como avanzan los sonidos de maquinarias trabajando que se escuchan, se está convirtiendo en pasado.

La segunda estancia, los ladrillos iluminados por los focos rojos, significan la confusión, la incertidumbre, al representar los picos más prominentes de la Serra reconvertidos en una suerte de construcción que intenta imitar la naturaleza, sin lograrlo.

Finalmente, un neón rojo como los correfocs dibuja la línea de la Serra, un skyline que no por parecer intocable e imperturbable está en menos riesgo. «Es una línea roja que avisa del peligro que tienen nuestros actos y plantea la pregunta de si ya la hemos traspasado».

Imagen de la entrada a la Esglèsia con el vídeo proyectado sobre la gran pantalla.

La respuesta a la pregunta formulada, aunque la artista espera que cada cual extraiga la suya por su cuenta, es en su caso la de que «estamos en ello», de ahí que «haga este aviso» porque «las pequeñas acciones cambian el mundo y suman, para bien y para mal».

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