A esta gallega criada en Asturias le gusta vivir el presente, disfrutar de las pequeñas cosas, ya saben... el vaso lleno contra viento y marea. Las ha pasado canutas y este sábado, con la astuta perspectiva del tiempo, responde el cuestionario con una naturalidad que va de la simpatía a la crudeza. Su sonido, a veces inclasificable, entronca con su naturaleza ecléctica y transversal, pueden comprobarlo en Las ventanas de mi alma, las nuevas aventuras en alta fidelidad de Luz Casal, artista de cabellera azabache y una voz inolvidable, de esas que mezclan aires del rock y el jazz con un deje latino. Mañana, a las 22.00, amenizará el ciclo Es Jardí en el Antiguo Aquapark de Calvià.
¿Cuál es el punto de partida de Las ventanas de mi alma?
—Refleja un periodo de mi vida. En relación con otros discos hay aspectos más íntimos, pero no por tener un carácter más relajado.
¿Qué explora la parte más personal de sus canciones?
—Creo que aspectos que tienen que ver con mi carácter. La vulnerabilidad, la inocencia, el resquemor de sentirse con una cierta debilidad a ser vengativa, en lo estrictamente personal e íntimo.
¿Es su álbum con mayor carga autobiográfica?
—Cada una de las canciones refleja una visión bastante autobiográfica, aun cuando hablo de protagonistas ajenos. Me representa muchísimo, son canciones que son mi propia vida.
¿Existe un hilo conductor en la temática de las letras?
—No, como siempre desde el primer álbum, las letras muestran que soy una persona difícil de encerrar en una sola definición.
¿Su eclecticismo es el reflejo de su personalidad o un fin comercial?
—Es un reflejo de mi personalidad, de lo contrario sería imposible mantenerme durante tanto tiempo. Cualquier paso discográfico son canciones y ambientes que me representan. Algunos con un carácter muy fuerte y poderoso, están en mi ADN, y otros por experimentar otros ambientes. No tengo estilos prohibidos, para mí la música es algo donde hay mucho que escoger y lo que escoges te representa.
Bajo su criterio, ¿qué determina que una canción sea de calidad?
—Dejar que la canción repose. Hay canciones que haces rápidamente y te dejan satisfecha, pero después de unos meses de haberlas aparcado vuelves a escucharlas y si aún te convencen entonces han pasado el filtro.
En Acquaforte, Carlos Gardel cantaba ‘hoy miro con pena lo que en otro tiempo miraba con ilusión'... ¿Qué le induce la melancolía a Luz Casal?
—Pese a ser gallega, con esa tendencia a la morriña... no soy melancólica ni nostálgica, no tengo esas tentaciones. Tengo una opinión muy buena del presente.
¿En qué etapa disfruta más, durante la preparación del disco o sobre el escenario?
—Se complementan, a veces resultan paralelas, pero no tengo tendencia por una u otra. Cuando tienes un repertorio nuevo estás deseando enseñarlo, y cuando crees que lo has enseñado suficiente hay que plegar velas y ponerse a otra cosa.
¿Aquello que la enoja varia en función del día o existen ‘clásicos inalterables'?
—Existen clásicos inalterables (risas), hay aspectos de la vida que no me gustan, casi siempre tienen que ver con actitudes miserables, violencia tanto verbal como física. Aunque hoy controlo más la rabia.
Decía Sinatra que la inseguridad es la segunda piel del artista. ¿Cree que la inseguridad es un motor para ir aprendiendo?
—Efectivamente, la inseguridad es la segunda piel del artista y no la cura el tiempo.
¿Formará parte de su setlist Te dejé marchar, un antiguo tema compuesto por David Summer al que le guardo un cariño especial?
—Sí, por supuesto, hay canciones que soy incapaz de retirar del setlist porque quiero dar gusto a la gente para que se emocionen.