El tiempo tiende a escurrirse como la arena entre los dedos. Solo algunos granos permanecen en la palma de la mano, ínfimos en comparación con la totalidad de la playa, pero por pequeños que sean, esos instantes pueden marcar la diferencia. En su lucha por ganar la batalla al tiempo, Julio Feroz capta todos los momentos que puede, sin días libres, sin descansos innecesarios. El resultado de cinco años de mirar a través de su objetivo es lo que recopila en No days off, un fotolibro de historias y con mucha historia.
Y es que cuando has tenido tan cerca a la muerte como él, la vida se torna dinámica. Él mismo explica que un momento «lo cambió todo». Feroz detalla que disfrutando de un día de playa en el Dique del Oeste, alguien le saltó encima cuando se disponía a salir del agua, causándole una contusión y una brecha que casi le mata. «Me dijeron que era un milagro que siguiera vivo». Sin embargo, el shock fue positivo.
«Me di cuenta de que había estado viviendo por inercia, totalmente cegado» y a modo de ejemplo explica que si muriera ahora, lo haría «feliz». Lo que cambió en su vida no fue otra cosa que la fotografía. «Siempre me había gustado, pero decidí que quería dedicarme a ello, aprender, así que me pasé un año entero formándome por mi cuenta», buscando trabajos de lo suyo para saber más y ponerse a prueba. «Hice de todo: bodas, gastronomía, restauración, lo que fuera», hasta que lo unió a su otra pasión: la moda.
«También me había gustado siempre y me quité el miedo a intentarlo y ahora tengo la suerte de dedicarme a ello». Ahora, Feroz se queda sin dedos para enumerar los viajes que ha hecho para fotografiar desfiles, modelos y backstages desde la Fashion Week de Nueva York para Carolina Herrera o Tom Ford, a otros sitios como la Fashion Week de Milán entre otros. «Haré moda mientras tenga manos», sentencia convencido Feroz.
Aunque su proyecto más personal es, sin duda, No Days Off, el fotolibro editado con Gallery Red en el que cada dos páginas se interrelacionan narrando una historia no siempre obvia ni cerrada. A veces son figuras que dialogan, en otras son miradas, a veces son juegos simétricos. Las posibilidades son muchas. «Cada dos páginas pasa algo, es como en la propia vida, siempre hay algo ocurriendo», detalla Feroz, que ha utilizado solo cámaras analógicas por su «magia, su contraste con las prisas de hoy, ese esperar el momento adecuado, eso es todo lo que queda de la vida, estas fotos».
El libro es el resultado de su giro radical, algo que puede verse también en la primera fotografía de todas y en la última, una intensa mirada «que simboliza la muerte, con su atractiva pose» hasta la nueva vida de Feroz, él fotografiando a una modelo. Unos ojos mortales y seductores que miran de frente ante los suyos tras la cámara, con su silueta superpuesta en la pared del fondo, como un autorretrato.
No es su único proyecto personal, ya que Feroz también ha salido varias veces a la calle ataviado solo con una sábana blanca, su cámara y un flash para retratar a aquel que se quiera poner delante, algo que arrancó en Setmana Santa y que tuvo como primer modelo, curiosamente, a un legionario. «La mejor manera de gastar el dinero y el tiempo es con proyectos propios», reflexiona Feroz que espera extender esta idea en los años venideros.
Finalmente, Feroz echa un momento la vista atrás para recordar aquel día, que pudo haber sido fatídico: «En realidad, por lo que ha supuesto, fue el mejor de mi vida y si volviese me quedaría a esperar a que aquel chico me saltara en la cabeza».