A través del cuerpo podemos conocerlo todo, asegura Carla Nyman (Palma, 1996). «Tenemos todo integrado dentro de nosotros, desde el conocimiento del cosmos hasta el más mínimo detalle», destaca. Esa es la premisa de Huerto, un encuentro escénico entre ciencias astrofísicas, bioquímicas, tecnología y las llamadas ‘ciencias ocultas' que pretende «aglutinar todos los conocimientos en un mismo contenedor que es el cuerpo». La pieza casualmente se gestó a principios de 2022 durante una residencia en en el centro de creación Eima, que gestiona la bailarina y coreógrafa Mariantònia Oliver en Maria de la Salut. Ahora, la propuesta se estrena en casa dentro del programa PalmaDansa. La función es esta tarde, a las 20.00 horas, en el Teatre Principal de Palma.
«Trabajamos distintas capas desde el mismo cuerpo, el movimiento desde la danza y la organicidad. Ningún movimiento está repensado o impostado, sino que surgen de manera espontánea y, a partir de ahí, trabajamos una suerte de radiografía», detalla. Huerto es la tercera parte de la trilogía sobre el empoderamiento y la elevación de los cuerpos que comenzó con Las alegrías (2019) y La carne (2020).
De hecho, sobre ese «conocimiento compartido», Nyman afirma que hasta hace poco no había visto ninguna de las dos entregas que preceden Huerto. «La vi por casualidad en el Teatro Español. Escribí muchas cosas sobre Huerto que resultan que están íntimamente ligadas a una obra que no había visto. Eso constata que es un conocimiento compartido. No hace falta un máster para saber quiénes somos o cómo nos movemos por el mundo», insiste.
Monólogo
Esta es la primera vez que Nyman participa en este proyecto y lo hace firmando el texto. Un texto que define como «poroso» y «elástico», pues se trata de un montaje interdisciplinario. La puesta en escena se basa en un monólogo, en «un fluir de la consciencia de la protagonista», que irrumpe en la mitad del escenario en una propuesta que «entremezcla una parte narrativa con otra más poética y otra más teatral; es un texto muy elástico que podría considerarse prácticamente un poema».
Así las cosas, Huerto entraña «varias capas». En el apartado más científico participa el doctor en nanobiotecnología Xavi Arqué y, «a medida que Paula va danzando, va apuntando, investigando acerca del cuerpo que se mueve, ofreciendo datos diversos como la temperatura que alcanza». Sin embargo, todo ello «confluye» de forma horizontal, sin una jerarquía.
«No es solamente un proyecto artístico, sino también científico o del saber. Investigamos tanto lo corporal como la dramaturgia o lo científico. En mi caso me interesaba la lingüística, donde distintos códigos se ensamblan. Por eso la gramática del texto se va amputando y dinamitando, mezclando lenguas. El reto era transmitir que el lenguaje es universal, pero, dependiendo de la zona y las circunstancias, acabamos hablando de una manera concreta», matiza.
En ese sentido, señala que «queríamos ver cómo el cuerpo se va expandiendo y puede comunicarse con el mundo y con el otro de diferentes formas. Por eso he dado vueltas sobre el esperanto, el latín o al origen de las matemáticas. Es como una exploración casi obscena del propio cuerpo desde la interioridad y sus órganos para tomar consciencia de que llevamos con nosotros una serie de elementos que no podemos ver porque no podemos abrirnos en canal ni observarlo. Es una exploración hacia dentro y, por eso, también desde fuera», aclara.
Poemario
Por otra parte, este mismo miércoles sale a la venta el nuevo poemario de Carla Nyman, titulado Líquida tuya y vertebrada (Letra versal), que cuenta con prólogo de Begoña Méndez. Es un sello que, según la autora, «apuesta por la poesía que escapa de los márgenes de lo convencional y por los lenguajes disidentes».
«No veo cómo decir hasta aquí llega la poesía o empieza una novela. No creo en eso. Al final, todo está entremezclado y uno decide hasta dónde llega. Entiendo que poner etiquetas de género sirve a las editoriales o a las librerías para ordenar, pero es algo que a mí me cuesta», reconoce.
«Me acuerdo que cuando escribí el guion de la película Magia, de Marcos Callejo, no era propiamente un guion cinematográfico y eso me preocupaba mucho, porque había, por ejemplo, mucha poesía en él y también teatro. Me sentía mal por entremezclar esos códigos, me consideraba que no era pura, que era una bastarda. Pero poco a poco fui integrándolos a mis textos y me convencí que eso precisamente era algo bueno, que los enriquecía», confiesa.