En apenas unos días, Pablo Alborán cumplirá 34 años. El malagueño de oro celebra además 13 años de carrera. Un número con muy mala prensa, preludio de infortunio, como avistar un gato negro, pisar una boñiga o derramar sal sobre la mesa. Pura palabrería. Su idilio con el éxito es un win to win, un contrato a prueba de bombas. Con millones de discos vendidos y un itinerario creativo que estrecha las orillas del flamenco, el pop y los sonidos urbanos, Alborán nos confirma que se encuentra en una etapa tan creativa como liberadora. Es consciente de que en la treintena ya es quien quiere ser, difícilmente va a cambiar y le quedan pocas promesas por cumplir. El recinto Son Fusteret (Palma) le recibirá en su mejor momento el 3 de agosto.
Voraces es uno de los temas de su último LP La cuarta hoja. Me parece la palabra que mejor define al disco y no sé si tiene que ver también con su actual momento vital…
—Sí, creo que es el momento que vivimos, parece que tenemos que exprimirlo todo al máximo, los éxitos duran solo unas semanas, las películas duran muy poco en cartelera… creo que hay que saborear más las cosas.
¿Se pueden escribir canciones pegadas a la calle viviendo en una torre de marfil?
—Yo no podría hacerlo, he trabajado como un cabrón para tener lo que tengo y me muevo en un ambiente muy normal, voy al súper como todo el mundo. La normalidad me hace muy feliz.
En medio de la vorágine que envuelve al artista, ¿donde encuentra paz Pablo Alborán?
—En uno mismo (risas). Soy un tío muy exigente conmigo mismo, porque soy consciente de que soy imperfecto, tengo muchos complejos…, siempre he querido gustar a todo el mundo y eso no es posible. La calma la encuentro con mi familia.
¿Y no se harta a veces de ser Pablo Alborán?
—A mí no me pasa como a Miguel Bosé, que dice que Bosé es el personaje y Miguel la persona, dicho con cariño… yo no me canso de ser Pablo Alborán, me lo he currado mucho desde los 21 años. Otra cosa es que me pueda cansar de que me pidan fotos y autógrafos, pero no es el caso.
Una de las condiciones inherentes al ser humano es que nunca estamos contentos con lo que nos ha tocado, ¿qué le falta a Pablo Alborán para alcanzar la plenitud?
—Sin que suene pedante, creo que he encontrado la plenitud y además tengo una calma económica, así que no me puedo quejar.
Harry Styles ha reconocido que en en ocasiones vomita antes de salir al escenario, ¿tiene usted una forma más pulcra de canalizar las emociones?
—La verdad es que a mí no me pasa, soy muy disciplinado y antes de salir al escenario me concentro en mis ejercicios vocales, en el espectáculo, en estar con mis músicos...
¿Cuáles han sido las lágrimas más dulces que ha derramado?
—Me sucede a veces cuando oigo a la gente corear Prometo, es una canción que no estaba concebida para ser un single, con el que me identifico mucho. Oir a la gente cantarla me deja noqueado.
Sabemos que de las experiencias dolorosas nacen canciones catárticas, ¿pero no se corre el riesgo de resucitar viejos demonios al subirlas al escenario?
—En mi caso es un acto de aceptación, creo que es positivo tener presente el pasado y aprender de él.
¿Quién advirtió por primera vez su talento?
—Fueron mi hermano y mi madre.
¿Las redes sociales son una máscara o un aliado?
—En mi caso un aliado, pero reconozco los peligros que tienen.
A lo largo de su carrera ha jugado y fusionado ritmos, pero siempre fiel a su estilo y sin sucumbir ante ciertas modas, ¿le ha supuesto una presión añadida?
—No, la industria está obsesionada en fabricar éxitos, hoy el éxito dura tres días… yo prefiero tomarme mi tiempo para escribir una buena letra y melodía. No me gusta hacer música como churros.
Rosalía dijo que sus sueños nunca fueron modestos. ¿Tenía usted el listón tan alto?
—Reconozco que antes de empezar estaba obsesionado con el disco, con tenerlo en mis manos. Diseñaba los libretos y los imprimía con el ordenador, estaba obsesionado… pero jamás imagine llenar estadios, y cada vez que lo hago me emociono.
Puede ser musicalmente creativo en casa o su inspiración fluye en los lugares más insospechados?
—Si no vives, si no viajas, si no sales de tu zona de confort no tienes nada que contar y corres el riesgo de copiarte a ti mismo
La industria musical puede ensalzar a un artista a la misma velocidad que puede convertirlo en un juguete roto. ¿Está mentalmente preparado para cuando vengan mal dadas?
—Sí. Intento no pretender ser un éxito siempre, es verdad que ahora todo me va bien, pero la industria va muy rápido y nunca se sabe lo que puede pasar…
¿Qué aspectos de su vida aborda con disciplina soviética?
—Mi salud, si algo intento no beber mucho, ni trasnochar, y hago mucho deporte.
¿Qué interacción musical le quita el sueño?
—Estoy loco por trabajar con Vicente Amigo y Maro, una artista portuguesa con la que me identifico muchísimo. Tambien con Chris Martin (Coldplay), me han contando maravillas sobre su forma de trabajar.