En 1995, Joan Miralles i Monserrat (Montuïri,1945), catedrático de Filologia Catalana de la Universitat de les Illes Balears (UIB) emprendía una gran empresa: construir una exhaustiva antología de textos en catalán procedentes de las Islas, desde la Conquesta de Mallorca, en el siglo XIII, hasta la Guerra Civil. El próximo jueves 16 presentará el noveno volumen, correspondiente al siglo XX, en la Casa de la Vila de Montuïri, acompañado por Damià Pons, a las 20.00 horas. En Palma, hará lo propio el 12 de abril, a las 18.00, en Casa del Libro, en un acto que contará con la participación de los profesores Joan Mas i Vives y Pere Rosselló Bover.
¿Cómo surgió la idea de llevar a cabo esta Antologia de textos de les Illes Balears?
—La idea es bastante antigua, del año 1995, cuando cumplí los 50 años. Las antologías de esa época eran muy incompletas y había poca presencia de textos insulares. Faltaba una antología de textos centrada en las Islas para ver qué tipo de escritos había en lengua catalana desde el siglo XIII hasta la Guerra Civil. Durante los siguientes años volqué, con la ayuda de Carme Bellver e Isabel Serra, toda una serie de textos que me sirvieron como corpus a seleccionar. Años más tarde se sumarían otros becarios, Hugo Britos, Laia Ramis y Antoni Reynés. El objetivo era mostrar la unidad de la lengua, pero, a su vez, la variedad de usos y registros de la lengua tanto a nivel administrativo como literario.
¿En base a qué requisitos seleccionaba los textos a estudiar?
—Procuraba que hubiera una buena muestra de tipos de textos, no solamente desde el punto de vista estrictamente literario, sino también administrativo, histórico, etnográfico y, sobre todo, lingüístico. De hecho, hay textos elegidos que puede que no tengan un gran valor literario, pero sí desde otras ópticas, como pueden ser los contractos de arrendamiento en catalán de principios del XX, una verdadera muestra, excepcional, solitaria, de los restos del naufragio de los textos administrativos en catalán, cuando la represión política contra la lengua catalana ya había alcanzado todos los ámbitos administrativos.
Hay diferentes extensiones de textos.
—Siempre que he podido he seleccionado textos enteros, siempre que no se tratara de escritos de una gran extensión. Así, por ejemplo, he incluido plaguetas de canciones completas, como es ahora las Cançons republicanes publicadas por Pere Capellà, durante la Segunda República. Por otra parte, he seguido otro criterio, de interés filológico. He respetado la grafía original de los textos tanto si se trata de primeras ediciones como de manuscritos que hasta ahora habían permanecido inéditos.
Este es el noveno volumen y quedan otros dos. ¿Ya lo había concebido así desde un principio?
—Sí. Hasta ahora se han publicado nueve, todos ellos referentes a Mallorca, el primero de los cuales se editó en 2006 por Publicacions de l'Abadia de Montserrat con el patrocinio del Institut d'Estudis Baleàrics. Ahora faltan solamente los correspondientes a las Pitiüses y a Menorca. Tengo una gran cantidad de textos seleccionados de Eivissa y Formentera, pero voy con algo más de retraso con Menorca. Quiero remarcar que Josep Massot i Muntaner actuó siempre como valedor y animador para que esta obra se llevara a cabo.
¿Cuál es la principal conclusión a la que ha llegado referente al siglo XX?
—Diría que es el que contiene más tipos de textos diferentes. De los 33 tipos de textos en toda la historia desde el siglo XIII hasta ahora que tengo controlados, en el XX están todos menos los de ámbito administrativo, los ceremoniales, los testamentarios, los judiciales y los edictales. Cabe decir que cada uno de estos tipos había sido reprimido por la administración borbónica surgida a raíz de las disposiciones después del Decret de Nova Planta, desde el siglo XVIII.
¿Cuáles son los hallazgos más significativos que ha hecho?
—La verdad es que muchísimos. Destacaría, desde el punto de vista lexicológico, una cierta merma de vocablos no registrados en el DIEC2, que es el diccionario de referencia de la lengua catalana como diccionario oficial, sobre todo si lo comparamos con los textos del siglo XIX, de una gran riqueza léxica. Aun así hay textos, como los narrativos, los etnográficos y los inventarios que tienen un capital importante de riqueza dialectológica.
¿Cómo valora que los textos ensayísticos y etnográficos no aparezcan hasta época muy moderna?
—Conviene diferenciar un texto ensayístico, etnográfico y/o onomástico, de época moderna en la que hay una voluntad del autor de hacer un ensayo tal y como lo entendemos hoy en día, en contraposición a textos antiguos que pueden tener un interés desde el punto ensayístico, como es ahora determinadas obras de cariz filosófico de Ramon Llull. Lo mismo podemos decir de los textos etnográficos.
¿A qué se refiere?
—Una cosa es un estudio etnográfico sobre la historia del vestuario de una determinada época y otra diferente es, por ejemplo, una lista de precios de telas de seda que, lógicamente, tiene un interés desde el punto de vista etnográfico, pero cuando se publicó la lista se hizo a efectos económicos y no etnográficos. Por otra parte, una cosa es hacer un estudio científico de aspecto onomástico sobre los apellidos de una comunidad en una época concreta y otra es una lista de nombres de persona de los cabezas de familia obligados a cumplir con el deber de un impuesto del Reial Patrimoni. En este último caso lo que importaba era la administración fiscal.