Las administraciones públicas han dedicado este año, por vez primera en la última década, 37.000 euros al sostenimiento de las ‘embajadas' de las Islas en Barcelona, la ciudad española que, con diferencia, mayor número de mallorquines y menorquines residentes acoge a lo largo del año. El emblema de la presencia isleña en Catalunya es el Espai Mallorca, desprovisto durante ocho años de recursos públicos, desde la crisis y el paso de Bauzà por el Consolat, pero mantenido de forma voluntariosa por estudiantes y antiguos universitarios que se han radicado en la ciudad.
En su nuevo espacio de la plaza Vicent Martorell, a pocos metros de la concurrida Rambla, acumula ya diez años de actividad. Suficiente para haberse convertido en un centro cultural de referencia, provisto de bar y librería, y que cuenta en la actualidad con más de 300 socios. Una red de 40 voluntarios sostiene la asociación Crits i Renous, constituida en 2012 para asumir la gestión del centro y evitar el cierre de este espacio. Una entidad que este año, al fin, ha recibido las primeras ayudas públicas: 15.000 euros del Consell, 10.000 del Govern y 4.000 del Ajuntament de Barcelona.
La proyección cultural ya está consolidada en el Espai Mallorca, que además cuenta con la ventaja de disponer de una mayor visibilidad. Un bar que da a la calle en pleno Raval y una librería, también autogestionada, que ayuda a difundir las novedades editoriales y discográficas y las recopilaciones de folklorismo propias de la tradición cultural y popular de las Islas.
Joya de la corona
Aparte del centenar de alumnos de las clases de ball de bot, la «joya de la corona» del centro, se programan exposiciones permanentes, proyecciones, charlas, presentaciones de libros y talleres. Este mes de enero empezarán los de ‘glosa' y fabiol amb tamborino, con un profesor pobler, y seguirán las de guitarra y ‘ball de bot'. «Tiene un mérito enorme haber llegado hasta aquí casi sin recibir ayudas públicas», se congratula el presidente Martí Colom. «Barcelona acoge, con diferencia, la mayor comunidad balear de toda España y, pese a ello, durante largos años la administración no se ha preocupado de atenderla. Pero nos alegra que, por fin, se haya reconocido nuestro trabajo», sostiene.
Colom, de 28 años y natural de Valldemossa, comparte la gestión directa de la asociación con su vicepresidenta, Margalida Garí, 27 años y de Vilafranca de Bonany, aunque el gestor económico y programador es menorquín: Jordi Cardona, de Maó. Pero ahora el relevo ya está servido. Según Garí, algunos estudiantes de entre las nuevas generaciones de universitarios empiezan a asumir ya más protagonismo. Es el caso de Bel López, la joven palmesana que en 2015 vino a Barcelona a estudiar y que, desde hace cinco años, colabora directamente como voluntaria. «Mi compañero de piso me animó a hacer ball de bot y enseguida me vi inmersa en un bonito grupo de gente, que me dieron ganas de implicarme más», recuerda.
Ahora está despachando en la librería, con dos ordenadores delante «para no perder contacto con los demás voluntarios» y para poder atender debidamente a los clientes, «en su mayor parte investigadores que buscan algo muy específico de las Islas que no encontrarían en otro espacio de la ciudad pero, también, lectores de narrativa y en la búsqueda de guías turísticas y gastronómicas. En una de las paredes, frente a una de las guitarras que se emplean en los encuentros folklóricos, cuelgan alegatos feministas y, sobreimpresionada, una frase de amor del poeta Bartomeu Rosselló-Porcel, «Tota la meva vida em lliga a tu, com en la nit les flames a la fosca». El Espai Mallorca «da mucha vida».
Actividad
La actual tendencia de crecimiento de la actividad y la masa social del Espai Mallorca poco tiene que ver con la situación que se vivió diez años atrás. En plena crisis económica, el Govern del hoy eurodiputado José Ramón Bauzá dejó de financiar el Espai Mallorca que 15 años antes, en 1998, se había creado a iniciativa del entonces conseller de Cultura, Damià Pons, y el Gremi d'Editors de Balears.
El cierre parecía tan inminente como inevitable hasta que un grupo de jóvenes se organizaron en torno a la plataforma Crits i Renous per l'Espai Mallorca y movilizaron a primeras figuras de la cultura mallorquina, desde Maria del Mar Bonet a Roger Mas, Enric Casasses y Sebastià Alzamora, para que protagonizaran un concierto de despedida. Pocos meses después, Crits i Renous refundó el Espai Mallorca en la actual ubicación del barrio del Raval.