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Una película de Netflix repasa la vida de José Luis Barbero, el ‘rey de los delfines'

Ernest Riera y Luis Ansonera dirigen esta cinta que se fija en el entrenador para hablar sobre los delfinarios y todo lo que rodeó su trágica muerte

Los directores de ‘¿Qué le pasó al rey de los delfines?’, Luis Ansorena y Ernest Riera. | Teresa Ayuga

| Palma |

José Luis Barbero, uno de los mejores entrenadores de delfines del mundo, se quitó la vida en 2015 tras publicarse un vídeo en internet donde se ve su maltrato a varios animales en Marineland, donde trabajaba. Tras su muerte, la polémica habida por las imágenes, que despertaron una oleada de odio en redes sociales hacia él, quedó olvidada, como si todo acabara con él. No obstante, había muchas preguntas en esos 99 segundos no contestadas. A esas cuestiones tratan de responder Ernest Riera y Luis Ansorena, directores de ¿Qué le pasó al rey de los delfines?, documental de Netflix que trata de dar contexto a esos 99 segundos porque «para entender el final de la historia, hay que saber su principio», detallan.

«Había una historia poderosa y me chocaba que el caso se cerrara en falso», opina Ansorena mientras que para Riera «no se había profundizado y todo era ese vídeo, el final de Barbero». Por ello, el documental reconstruye la trayectoria del rey de los delfines, alguien que «vino de la nada y llegó a lo más alto», el mejor del mundo. Pero claro, «aunque nos movió contar su historia, el documental lleva al debate de la cautividad y nuestra relación con los animales». Por ello, para formar todo comenzaron a llamar a puertas: «En Marineland me dicen que el vídeo se grabó desde el piso de una vecina, voy a verla y amenaza con denunciarme. Muchos implicados dicen tener miedo y no hablan. Esto levanta mi curiosidad», dice Ansorena que tuvo «reticencias de todos».

Quien siembra, al final, recoge, y los directores lograron testimonios de «familiares de Barbero, que se portaron espléndidamente con nosotros y solo nos pidieron honestidad. No reclamaron que él quedara bien ni nada así». Se suman compañeros o los activistas que grabaron el vídeo, a quienes «les costó dar el paso». Todos dan su perspectiva en la cinta, aunque igual de interesantes son los no testimonios de quienes declinaron formar parte: «Hay exentrenadores que nos dijeron haber presenciado malos tratos en Marineland, pero no han querido participar; o la propia exempleada que comunica a la empresa que se está maltratando a delfines, es despedida y ayuda a grabar el vídeo».

Cartel promocional del documental de Netflix.

El caso de la exempleada es llamativo: «Hay muchas preguntas que podríamos haber hecho como por qué se guarda el vídeo tanto tiempo o por qué no da la cara cuando las imágenes se ponen en duda». Cabe destacar que «tras ser despedida en enero de 2015 hay un acto de conciliación donde pide la readmisión, que se le niega, y en febrero se publica el vídeo». En cualquier caso, no responsabilizan a nadie en concreto y hablan de «escalera de errores de muchos escalones». Lo que no excluye a Marineland, propiedad de Aspro, que «se desentendió y provocó que Barbero se sientiera solo. Parte de la profesión le da la espalda y se suma una campaña de odio que se ensaña con él». A su vez, lamentan que Aspro «no haya querido participar porque hay muchas preguntas pendientes».

Responsabilidades

Para ambos, el vídeo de 99 segundos yerra en que «los activistas con el vídeo atacan a la industria denunciando lo extraordinario, que en un delfinario se golpea supuestamente a los delfines, pero es ver lo ordinario lo que nos ha impactado más, el día a día de esos animales». La realidad actual es que los delfines, protagonistas de todo esto, siguen en piscinas sin libertad. Por ello, la cinta «recrea la vida de Barbero para entrar con evidencias. El vídeo es terrible, pero no toda la responsabilidad es suya. Los delfinarios son lugares donde prima el interés económico y el ego por encima de los animales, que son instrumentos». En cualquier caso, «no se puede juzgar el pasado desde el presente, pero la humanidad se queda sin argumentos para la cautividad», aunque queda mucho para ver que poder encerrar a un delfín no supone que deba hacerse.

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