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Día Mundial de la Filosofía

No diga positivista si quiere decir optimista: significados perdidos de ideas filosóficas

Con motivo del Día Mundial de la Filosofía recopilamos términos cuyo sentido se ha desvirtuado en el uso coloquial

Fresco de Rafael que representa la conocida Academia de Platón.

| Palma |

Durante siglos, los filósofos se han encargado de pensar el mundo y, sobre todo, repensarlo. A través de sus ideas y sus reflexiones, los autores han reconfigurado la forma de ver la realidad a través de sus conceptos y términos que, ya sean de nueva creación o alterando algunos ya existentes, han permitido a la humanidad ampliar los límites del conocimiento. No obstante, algunas de esas ideas han ido cambiando hasta un punto de tener poco que ver con su origen. Por ello, con motivo del Día Mundial de la Filosofía que es este jueves, se recogen aquí algunos de esos significados y la diferencia de su uso actual en el lenguaje común.

Una de las expresiones filosóficas más conocidas que han pasado al lenguaje cotidiano es la de amor platónico. Entendido como la fijación ideal por alguien o algo inalcanzable, en realidad este concepto difiere mucho de lo que Platón entendía. El griego expresó principalmente su concepción del amor en El banquete, donde habla de un sentimiento alejado de lo carnal y que pretende llegar al ideal de belleza. Hay que tener en cuenta que, para Platón, este ideal era en realidad una forma pura y perfecta de la que todas las demás cosas bellas del mundo participaban, es decir, derivaban, por lo que ver lo bello en alguien era, de alguna manera, ver una porción de ese ideal bello inalcanzable. Aunque puede verse hasta cierto punto la conexión, el uso actual de la expresión poco o nada tiene que ver con el de Platón.

Ahora, uno sencillo: no diga positivismo cuando quiere decir optimismo. Cada vez se oye a más personas decir que mantienen una actitud de positivismo ante los envites de la vida. Y eso está muy bien, solo que no es lo que ellos quieren decir. Lo que son es optimistas, porque el positivismo, en realidad, es una corriente filosófica que tiene en Auguste Comte su máximo exponente y que rechaza todo el conocimiento que no se base en datos empíricos, por lo que niega todo saber a priori, o, lo que es lo mismo, anterior a la experimentación. Curiosamente es lo contrario a ser optimista en filosofía, que es atribuir una ingenua perfección absoluta al mundo.

Otra acepción que ha variado es la de ser un cínico. Hoy en día es un término peyorativo dicho de alguien falso. No obstante, la palabra deriva de una escuela filosófica formada por discípulos de Sócrates que defendía una forma de vida sencilla y sin posesiones, con una visión escéptica e irreverente. Aunque se ha perdido este significado, la visión peyorativa sigue ahí porque ‘cínico' quería decir ‘perros', que era la forma de llamarles.

José Ortega y Gasset fue artífice de popularizar la filosofía. En Meditaciones del Quijote escribió ‘yo soy yo y mi circunstancia', concepto que no ha perdido su sentido, pero que en el uso cotidiano no recoge todo su significado. Es común oír en películas policíacas al detective preguntar: ¿En qué circunstancias se produjo el asesinato?, para saber cómo ocurrió todo. No obstante, para el español la circunstancia eran todos los elementos que rodean a un sujeto y conforman su mundo y que no ha elegido: su país de nacimiento, familia, residencia, etcétera. La circunstancia es, pues, todo lo que le circunda.

Para concluir: fenómeno. Todos lo hemos dicho de alguien que sobresale en lo suyo ('este tío es un fenómeno'), pero en realidad esta palabra significa literalmente ‘lo que sale a la luz' o ‘que se muestra'. Autores como Kant o Husserl, padre de la fenomenología, usaron el concepto para hablar de aquello que puede formarse en la conciencia, es decir, que puede imaginarse. Dicho de otro modo: un fenómeno es aquello que puede alumbrarse con luz de la imaginación.

El apunte

Los conceptos de moda en la filosofía del año 2022

El profesor de filosofía en la UIB, Juan González Guardiola, detalla dos conceptos que son, a su juicio, candentes. Por un lado, era «imprevisible» que el concepto de vulnerabilidad «fuera a ocupar el centro de buena parte de la reflexión filosófica antes de la pandemia», cuando otras ideas llenaban estanterías como el posthumanismo.

Por otra parte, la posverdad, cuyo punto álgido llegó con el ‘Brexit’ y Trump, son ejemplos de que la reflexión filosófica está «lejos de ser previsible y de que los conceptos que la ocupan son producto de su insospechada actualidad».

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