León Benavente nacía en 2012 fruto de la unión de cuatro músicos curtidos en bandas con una sólida trayectoria independiente. Ese mismo año, Abraham Boba, Eduardo Baos, Luis Rodríguez y César Verdú publicaban su primer LP, de título homónimo, hogar de joyas como Ánimo valiente y Ser Brigada. Como 091 o Los Planetas, son depositarios de una forma de entender el rock próxima al romanticismo urbano, generador de estribillos catárticos que invitan a ser coreados. ‘Era' es su última referencia de estudio, un álbum donde las guitarras dejan paso a los sonidos industriales. Es Gremi les acoge este sábado, a partir de las 21.00, dentro del ciclo que conmemora el 19 aniversario de la sala palmesana.
Abraham Boba y compañía amplian sus posibilidades sonoras en Era, demostrando ser un conjunto alérgico al estancamiento. Aunque, más allá de oscilaciones sonoras existe un elemento irrenunciable en el cuarteto: esa pátina de melancolía que barniza sus letras, reflejo de la difícil realidad española de los últimos años. Con estos argumentos se erigen como uno de los grandes arquitectos de ese rock que vive de espaldas a las grandes audiencias y, sin embargo, cuenta con el respeto de sus compañeros.
Para este conjunto demasiado viejo para ser joven, y demasiado joven para ser viejo, el rock simboliza una actitud ante la vida. Tomaron su nombre de la autovía, con récord de accidentes, que une León con Benavente. Y casi igual de inquietante que esa ruta son las letras de su cuarto disco, donde no le cantan a la alegría, a la joie de vivre, sino al desconcierto de la madurez, poniendo un foco obsesivo en la nostalgia por lo irrecuperable, la autoflagelación y los caminos errados que separan lo que fue de lo que pudo ser.
León Benavente acierta de pleno con su nueva sonoridad, y no puede decirse que nos coja de sorpresa pues en su anterior disco ya se vislumbraba su futura directriz musical, reflejada en los primeros Depeche Mode. De esta guisa cumplen una década de vida, disfrutando de un envidiable posicionamiento y sonando más descarados que nunca, con letras que parecen proyectiles disparados a bocajarro, con los que renuevan sus postulados sin perder credibilidad.