«Siendo el más callado, también fue el más rebelde», sentencia Nadal Suau (Palma, 1981) en el prólogo de El viaje pendular (Wunderkammer), una cuidada y personal antología de la obra de Cristóbal Serra, del que este mes se celebra una doble efeméride: el centenario de su nacimiento y los diez años de su muerte. La frase inicial podría resumir la esencia de Serra a los ojos de Nadal Suau, aunque siempre corriendo el riesgo que supone querer definir a un autor que, según el escritor y crítico literario, es «inclasificable». La presentación se celebrará este viernes a las 19.00 horas en la librería Rata Corner de Palma.
«En vida, y en Palma concretamente, Tòfol [como lo llamaba Nadal Suau, aunque él y otros conocidos suyos usaban otros nombres, como don Cristòfol o Cristobita] fue un personaje bastante conocido y muy querido. Y lo que me gusta es que era muy apreciado en todos los frentes de la vida civil isleña. Había gente más catalanista, pero que tenía una excelente relación con él a pesar de escribir en castellano; autores en lengua castellana de Palma que le reconocen su maestría», asegura Nadal Suau. «Además, desde un punto de vista personal, tenía un carisma muy especial. Era como una mezcla de señor mayor de unos 10.000 años con un niño pequeño. Era un gran sabio y muy divertido, con un gran sentido del humor», añade sobre el que también dice que era «antimoderno», que no creía en el progreso porque entendía que instrumentaliza al hombre.
Rebeldía
Y esa rebeldía tan característica de Serra era, como insiste el crítico, desde el silencio. «En algunos aspectos, era conservador, pero en otros era un rebelde, no quería someterse a las modas, a las normas ni a los grupos ideológicos. En el fondo, echaba de menos la infancia, ese estado de naturaleza pura. Creía en los niños y en la pureza espiritual y él mismo tenía esa mirada infantil. Su rebeldía radicaba en hacer su propio camino, que no era político, pero sí el camino de una cierta bondad», cuenta el autor. Con todo, más allá de Mallorca y más allá del personaje, Nadal Suau reitera que Serra «murió siendo un autor de culto». De hecho, con motivo de la publicación de este libro, afirma que «he recibido muchos mensajes de distintas partes del mundo del habla hispana celebrando su edición». «Es una figura muy reconocida y respetada por lectores muy exquisitos de todo el mundo. Lo que pasa es que nunca ha sido un autor masivo y seguramente no le toque serlo. Esta edición lo que busca es que todos sus lectores potenciales, sean los que sean, lo tengan a su alcance en una edición cuidada.
Porque esos lectores existen. Mi objetivo es también acercarlo a jóvenes, porque Serra tiene referencias literarias que pueden despistarles o que sean muy diferentes a las suyas, pero la ligereza, la espiritualidad y el cierto anarquismo que respiran sus obras encajan muy bien con las generaciones más jóvenes», insiste.
Después de publicar en 2019 El aire de los libros, donde Nadal Suau recogía el último material inédito del sabio mallorquín, admite que presumiblemente ya no queda ningún texto inédito del autor, aunque avisa que sí que es verdad que todavía hay varias obras que vieron la luz hace décadas y que ahora son difíciles de encontrar en las estanterías de las librerías.
Precisamente, El viaje pendular, como apunta en el prólogo, no reúne la obra completa de Serra ni tampoco se trata de una edición filológica. En todo caso, la antología de Nadal Suau es «heredera, aunque no igual» de Ars Qimérica, que Serra publicó en 1996 y le «consagró como un autor de culto». De esta manera, El viaje pendular consta de los libros Péndulo y otros papeles (1957), Viaje a Cotiledonia (1965), Diario de signos (1980), La noche oscura de Jonás (1984), Con un solo ojo (1986), Augurio Hipocampo (1994), Las líneas de mi vida (2000), Tanteos crepusculares (2007) y el cuento Saverio el servicial (2000).
Prueba de que la literatura serriana es inclasificable es que Nadal Suau asegura haber encontrado citado su obra Diario de signos en un estudio sobre diarios de autores españoles del siglo XX, en otro sobre poesía española del mismo siglo y, finalmente, en otro sobre novela; cuando él mismo siempre rechazó que jamás escribiría una novela. Saldada su cuenta pendiente con Serra, el autor confiesa que le quedaría hacer lo propio con Guillem Simó, «autor de un dietario muy importante que me gustaría traducir al castellano».