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La sinfonía ‘agridulce' de The Verve, un himno que celebra su 25 aniversario

The Verve - Bitter Sweet Symphony (Official Music Video) | Youtube: TheVerveVEVO

| Palma |

En Music is power, un clip del tercer álbum en solitario de Richard Ashcroft, vemos al espigado cantante caminando con determinación por las entrañas de un hotel, recorriendo su angosto pasillo hasta desembocar en la cocina, donde el encontronazo con una joven le frena en seco. Bien podría ser la misma muchacha con la que se topaba impunemente en Bitter sweet symphony. En aquella ocasión, su reacción fue dejarla atrás ignorando sus lamentos. Esta vez, Ashcroft se aleja de la altivez narcisista de su etapa en The Verve, y se gira sobre sus pasos para dedicar a su ‘víctima' una pequeña reverencia a modo de disculpas.

Una disculpa que llega 25 años tarde, los mismos que cumple el videoclip de Bitter sweet symphony, sin duda uno de los grandes fenómenos audiovisuales de los 90, en parte gracias a su inclusión en la rueda de programación de la MTV. El tema, como el álbum que lo contiene, Urban Hyms, celebra sus bodas de plata.

No es fácil de olvidar. Bitter sweet symphony posee una de esas melodías pegadizas que se acaban silbando inconscientemente. Y no encontrará un alma sobre la faz de la Tierra que no haya visto su videoclip. Con un imberbe Richard Ashcroft petrificado en la esquina de la londinense Hoxton Street. Tras él, una señora arrastra con dificultad su carrito de la compra. De repente, el cantante, que tiene la mirada clavada en el horizonte, se arranca a caminar. Ya no se detendrá. Da igual si en su camino se cruzan transeúntes, autos o cochecitos de bebé. Nada interrumpirá su paso lento, despreocupado y firme. Lleva una chupa de cuero negra, tiene unos pómulos a lo Steve McQueen, y un flequillo cuidadosamente despeinado mientras canta que la vida es una ‘sinfonía agridulce'. Y no le falta razón.

Lanzado como single el verano del 97, Bitter sweet symphony rubricaba el primer gran éxito de The Verve, al que seguirían Sonnet, The drugs don't work y Lucky man. Todos ellos hijos del inspiradísimo Urban Hyms, un álbum reverenciado por los hermanos Gallagher, fruto de una etapa marcada por las tensiones internas. Bitter sweet symphony se extendió por el mundo como un contagioso virus. Sin duda, el excelente clip dirigido por Walter A. Stern contribuyó a su expansión. Era una idea simple que combinaba a la perfección con la canción: un plano secuencia en movimiento, montado sobre una melodía beethoveniana que alcanzaba un crescendo épico. Una auténtica sinfonía de bolsillo… y otra impagable contribución inglesa al mundo del pop.

 Y ahora viene lo divertido, la ‘intrahistoria'. Como el tema estaba armado alrededor de un sample de The Last Time, tema de The Andrew Oldham Orchestra, los muchachos pidieron una licencia para usar cinco de sus notas. Decca Records aceptó. No obstante, una vez que el single alcanzó hechuras de hit, apareció Allen Klein, manager de The Rolling Stones, en escena. Éste había comprado los derechos editoriales a The Andrew Oldham Orchestra y demandó a The Verve por violación del contrato de autor, puesto que Ashcroft y compañía habían utilizado más de las cinco notas pactadas. Ya en los juzgados, The Verve propuso repartirse las ganancias, pero la respuesta fue tajante: ‘o cobramos el cien por cien o se retira el disco'. No tuvieron opción, la ley no entiende de arte. Cinco notas profanadas impidieron a Ashcroft y compañía hacerse ricos. Cabreado y decepcionado, el cantante afirmó: «Es la mejor canción que Jagger y Richards han escrito en los últimos veinte años».

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