La música como instrumento para concienciar, para emocionar. No hay herramienta más noble y versátil para establecer ese vínculo entre lo terrenal y lo espiritual. La música ha logrado inspirar a generaciones con sus notas y melodías, además de permitir explorar otras culturas. El guitarrista Jaume Tugores recoge ahora todo ese bagaje y lo impregna de aromas mediterráneos en el que es su octavo álbum, titulado El matí inventat, escrito tras vivir una transformadora paternidad. Música tierna y épica al mismo tiempo, arropada por el saxofonista gallego David González. Lo presentará en Son Bono (Génova, Palma) esta noche, a partir de las 20.00 horas, dentro del Festival del mismo nombre.
En El matí inventat encontramos una selecta ración de temas de corte clásico, con elementos del folclore español y, muy especialmente, la omnipresente esencia mediterránea sobrevolando el conjunto. Tugores auna varias épocas, estilos y culturas bajo el hilo inductor de su paternidad. «En el año 2007 supe que sería padre y compuse el tema El matí inventat. Después, durante la crianza de mis hijos he ido dándole dándole forma al proyecto con un libro-disco con ocho temas instrumentales que son la banda sonora de ocho cuentos originales donde la fantasía, la música, la paternidad y algunos de los valores éticos y artísticos que he querido enseñarles a mis hijos, son los temas centrales».
Pocos secretos tiene la guitarra para este mallorquín capaz de extraerle un sinfín de sonidos evocadores. Enemigo de polucionar el mercado con proyectos clónicos, su obra resulta estimulante, intuitiva y original. En ella resuenan ecos sefardíes, flamencos y de las diferentes cuencas mediterráneas. Música rica que Tugores se llevará de gira por Galicia, junto a su colaborador David González, «un músico con un sonido y un gusto exquisitos, que me aporta emoción, delicadeza y mucho entusiasmo porque está muy comprometido con mi proyecto artístico».
Devoción
Para este artista cuyo gran tema es «la ilusión en la vida», y que siente devoción por Ennio Morricone, el proceso de composición es «doloroso y satisfactorio a la vez. Satisfactorio porque me emociono escribiendo y cada vez que lo hago recuerdo porqué a los quince años decidí que quería hacer esto el resto de mi vida. Y doloroso porque nunca sé si está bien lo que hago o si lo podría hacer mucho mejor, es decir me gustaría pensar que voy mejorando como músico pero creo que nunca tendré la certeza», concluye Tugores.