El Espai D de Es Baluard Museu d'Art Contemporani es el lugar escogido para albergar la rotunda delicadeza de Cámara de combustión, una exposición colectiva comisariada por Mercedes Estarellas y en la que el pintor AlbertPinya y el ceramista Català Roig suman sus talentos para crear 17 piezas de cerámica de varios tamaños, pero con una tendencia a la monumentalidad. La muestra, que se inaugura mañana, a las 19.00 horas, y permanecerá hasta el 9 de octubre abierta al público.
Los tres responsables de la propuesta, Estarellas, Pinya y Català Roig, estuvieron presentes ayer para presentarla en un acto al que también acudió la directora del centro, Imma Prieto. Así pues, la comisaria dio los detalles de esta unión no solo de técnicas y de lenguajes, sino de intereses artísticas y de formas de expresión: «Imma Prieto me invitó a presentar una exposición de un artista local y en ese momento, hace casi dos años, yo sabía que Albert y Joan Pere (Català Roig) estaban trabajando juntos».
Monumental
Finalmente, la decisión fue la de presentar «piezas grandes, tótems, que pudiera expresar las ideas generales de estos artistas, además de mis impresiones sobre la sociedad». A su vez, a la propuesta física de los dos artistas se suma una pieza sonora realizada por José Vives y Xavier Barberà que une «los sonidos del taller, la cerámica, el campo, la tierra y un poco del futuro, que es hacia donde miran las cerámicas», razonó Estarellas que añadió que esta «simbiosis» de Pinya y Català Roig se condensa en unas «contundentes y denas piezas revestidas por una retórica». Por su parte, Català Roig hizo hincapié en que tanto la cerámica se «adapta a Pinya como su pintura se adapta a la cerámica». Además, señaló que este proyecto que culmina en Es Baluard comenzó hace ya «cuatro años», aunque para esta exposición en concreto «buscamos un volumen mayor, extremo, con mucha potencia, visibilidad y presencia que fuera monumental para ser cerámicas».
Las piezas, a su vez, han necesitado de un laborioso proceso de creación, de unas tres a cuatro semanas cada una, en las que se han cocido a temperaturas de entre 1.280 y 1.300 grados con una reducción del 10 por ciento por el tipo de arcilla utilizada. Esto significa que «si haces una pieza de un metro, cuando salga del horno será de 90 centímetros, por lo que para hacerlas grandes había que crearlas más grandes aún», destacó Català Roig. Así pues, el discurso «complejo» es un juego entre «los aspectos técnicos y clásicos, hecho en el torno, que requiere de una experiencia, pero desde fuera son casi confundibles con piezas chinas y es la unión de dos mundos», el suyo y el de Pinya.
Fue este último, el pintor, quien también habló de esta unión e indicó que su «trabajo es el de iluminar las piezas de Català Roig buscando inspiración en lo ancestral, lo telúrico». Por ello, los mensajes, que se asemejan a las pinturas de Chiribiquite, en el Amazonas colombiano, que son «grafismos y símbolos primitivos con una forma diferente de expresar» que le han empujado a contraponerse a la «tecnobarbarie que nos domina». Pinya, a su vez, comentó que «me gusta enfrentarme a la vida aprendiendo, que es la clave, y yo paso mucho gusto por pintar, aunque la angustia sea el motor de mi trabajo, y he disfrutado mucho trabajando con piezas hechas por un maestro de maestros como es Català Roig» a las que ha imprimido el azul «del Mediterráneo como una manera de transmitir la insularidad».