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Serrat, el poeta de lo cotidiano, se despide de Palma

Joan Manuel Serrat actuó en un Son Fusteret que colgó el cartel de ‘no hay entradas'

Joan Manuel Serrat durante el concierto en Palma. | Teresa Ayuga

| Palma |

Qué difícil es despedir a alguien. Joan Manuel Serrat acababa de tomar el escenario entre una clamorosa ovación del público y ya se le echaba de menos. El respeto que se le depara a este artista que supera todas las grietas ideológicas, siempre será eterno. Nuestro Peter Pan de voz trémula ha conseguido llegar a viejo sin dejar de ser joven, contagiado del espíritu del ‘ayer es hoy, todavía', y Son Fusteret se vistió de gala para acoger su gira, en la que el ‘poeta de las cosas pequeñas' ondea el pañuelo con un nudo en la garganta. Qué difícil es decir adiós.

‘El vicio de cantar 1965-2022' será su canto del cisne. Una gira que despliega el repertorio de este artista licenciado en la Vida, interpretando los versos del muchacho esperanzado y rebelde que fue. Me pregunto qué consejos le daría hoy Serrat a su yo de veinte años. Y cómo ese efecto colateral afectaría a su obra, surtida de pequeñas joyas que perfilan la necesidad de partir para alcanzar la dicha y la plenitud. Una constante en su repertorio, que evoca una deliciosa cita de C.S. Lewis: «Vivimos en tierras de penumbra, el sol siempre brilla en otra parte, más allá de una curva, más allá de la cresta de una colina».

Camerino

Nos imaginamos a Serrat en el camerino tarareando aquello de ‘Hoy puede ser un gran día', consciente de lo que estaba por llegar. Realmente no lo cantaría hasta una hora después, con la concurrencia acampada en sus bolsillos, donde entró justo al comienzo, al ritmo de ‘Dale que dale', una adaptación libre del poema de Miguel Hernández ‘Silbo del dale'. El barcelonés universal se nos ha hecho mayor haciendo lo que mejor sabe, llegar a lo más profundo con su voz, que elevó por primera vez para dirigirse al público que abarrotaba la sudorosa velada en el coqueto recinto palmesano: «Bona nit. És un plaer estar aquí una vegada mes, gaudint d'un paisatge, d'una gent i d'uns records que he anat acumulant al llarg dels anys. Estic content de poder-me acomiadar de vosaltres personalment», deslizó el catalán, antes de recibir una salva de aplausos.

A dos años de convertirse en octogenario, su voracidad creativa no entiende de almanaques. Sabio, sereno y mordaz, Serrat lleva toda una vida dialogando con las emociones y, aunque algo magullada, demostró que la suya es una de las voces más cualificadas, por lúcida e incisiva, de la canción de autor. Porque radiografía los recuerdos con precisión quirúrgica y porque habla sin pelos en la lengua de este mundo resquebrajado, a veces con nostalgia y a veces con cinismo, pero siempre atravesado de verdad. El público es consciente de sus limitaciones, pero prioriza el peso de su poesía, que sigue asentada en la estratosfera literaria. En la noche del adiós nada pudo restar atractivo, consistencia ni mordacidad a su discurso.

Tras la apertura llegó ‘El meu carrer', uno de sus clásicos más irresistibles, con su dulce cadencia ahogada en la voz del maestro…: ‘El meu carrer ès fosc i tort, té gust de port i nom de poeta / Estret i brut, fa olor de gent i té els balcons plens de roba estesa'. Los recuerdos de infancia y la nostalgia por lo irrecuperable vertebran el cuerpo angular de su obra. Y es que Serrat ha plasmado su vida en un cancionero sensual que alcanza a público de todas las edades, tal y como sugería Son Fusteret. Siguió con otro de sus grandes clásicos, ‘Temps era temps', al que siguió el conmovedor ‘Romance de Curro el palmo' y ‘Señora'. Segun avanzaba la noche, seguía desgranando su poesía de lo cotidiano, cantada desde ese punto equidistante entre la implicación y el distanciamiento, un posicionamiento que le otorga credibilidad y transforma a cada oyente en cómplice.

Pese a que su gira desprende un innegable aroma a despedida, todos en Son Fusteret eran conscientes de que su voz, su presencia, su inspiración, nunca les abandonará, seguirá instalada en el corazón de sus recuerdos, inolvidable como el primer amor. Reconfortados con esa idea, una tras otra cayeron como fruta madura sus grandes luminarias, arropadas por el buen hacer de una banda de enorme fiabilidad.

Emociones

Maria del Mar Bonet no quiso perderse esta noche de fuertes emociones e irrumpió sobre el escenario para fundir su voz con la del catalán, creando una estampa mágica y seductora al son de ‘Cançó de l'amor petit', un corte de Serrat que la gran dama de la cançó Mediterrània adaptó para su LP ‘Terra secreta'. A continuación, entonaron ‘La Balanguera'.

Al cierre de esta crónica, la atmósfera seguía perfumada por los recuerdos con los que Serrat ha firmado una hoja de servicios inmaculada. Nadie olvidará la velada ni su inmenso ejercicio de memoria colectiva, poética, costumbrista y reivindicativa. Hasta siempre ‘nano'.

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