«En casa ya no hay muchos parientes cercanos vivos. Y los que hay son muy mayores», cuenta Miquel Àngel Mas Mas (Maria de la Salut, 1972). Esa gente mayor es la que proporciona esos largos silencios, cuando estás cerca de ellos. «Esas ausencias y silencios del presente también son autores de Camps dalladors», señala Mas acerca de su nuevo poemario, que le valió el Premi Pollença 2021 y que publica El Gall Editor. Un galardón que asegura que recibió como un «abrazo». Lo presentará este viernes, a las 20.00 horas, en la rectoría de Santa Margalida.
«He intentado hacer un grito a la vida. Porque la vida es muy bonita, como una pedrada a un ventanal. Es como un entrañable desafío al ocaso ineludible del mañana, de lo que vendrá. Diría que es eso, entrañable y débil, porque soy de carne y hueso», matiza. Lo que también ha intentado, y usa siempre ese verbo porque se sabe exigente, es conseguir que cada verso termine, caiga como una losa compacta. «Quería que el lector, al terminar una oración, notara ese peso de todo lo que arrastra», apunta.
Imágenes
La treintena de poemas que conforman Camp dalladors tienen un gran poder evocador de imágenes. De hecho, el libro también incluye fotografías tomadas por el propio autor. En ambos casos, los paisajes, la mayoría de ellos de Son Serra de Marina –donde reside el escritor– son también grandes protagonistas. La vida es preciosa, insiste, y «tenemos que encontrar la manera de retenerla lo máximo posible». «La fotografía y la poesía tienen precisamente este propósito, aunque cada uno puede encontrar el camino para hacerlo. En cuanto a la fotografía, no hace falta esforzarte mucho, la propia fotografía te dice cuando disparar. El germen viene de fuera y mi trabajo es vestirlo. Con los poemas pasa igual, lo que ocurre es que puedo estar tres meses o cinco dedicándome a embellecerlo», compara. «Me gusta pensar que mi poesía desprende ese sentimiento viejo y telúrico, universal, auténtico», puntualiza.
De hecho, el título hace referencia a los campos que están ya preparados para segar. «Hacía tres años que daba vueltas a este poemario, hasta que un buen día me dijo: ‘Esto está a punto'. Aunque no esté escribiendo o no tenga delante papel y lápiz, siempre pienso en poemas. Cuando conducía hasta aquí, por ejemplo, me ha venido a la cabeza una imagen que encajaría muy bien con un poema que escribí hace un mes. Es como estar en un estado de alerta constante. Mi consciente sabe que tengo un trabajo pendiente y se lo dice a mi subconsciente, para que lo más profundo de mi se mantenga vigilante», reconoce.
Conversación
Después de una larga conversación, Mas confiesa: «No sé hasta qué punto es correcto hablar de poesía, porque hacerlo es casi como una no-poesía. Lo único que he sacado en claro es que la poesía es necesaria y buena. Eso lo tengo clarísimo. No quiero ir más allá, que todavía le haremos daño», concluye.