Apasionada de la cercanía que las redes sociales le brindan con sus seguidores, la cantante y compositora londinense, joven de ojos glotones y melena hoy no me peino, llena los auditorios con canciones que hablan de lo de siempre sin aspavientos. El amor, el deseo, la pena... la vida, ya saben. Una voz, y una pluma, que ha plasmado sus tribulaciones en canciones que son un retrato cabal del corazón y las tripas de una muchacha de 28 años pegada a su tiempo. Trui Teatre (Palma) medirá su puesta en escena este viernes, a las 21.00.
Amor de anticuario o Bañarnos en vaqueros son canciones que ya habitan en la memoria musical de nuestro país. Con sus letras ha conquistado a un público conectado a sus porqués, sus deseos, añoranzas, emociones más puras. La vida en su máxima expresión. Aunque se podría calificar a Sofía Ellar de muchas formas, nos inclinamos por ‘auténtica'. «Soy como soy, como siempre he sido, y no pienso cambiar. Me gusta la gente, la vida, y ser un nombre me da un poco igual, pasa a un segundo plano», afirma con rotundidad. Le preguntamos qué ha perdido y ganado en estos años en la palestra. «A ver, he perdido pelo y horas de sueño, y he ganado estrés, años y sabiduría. Estoy con el guapo subido».
Sueño americano
Todos los creadores tienen un gran tema sobre el que gravita su obra, para Cohen era el desamor; Springsteen reflexiona sobre el sueño americano. En su caso es «el amor, el desamor y lo que viene después», confiesa esta joven anglo-española, que reconoce sin pudor que carga sus canciones con episodios autobiográficos. «Las canciones son historias que se suman al carrito de la compra». Asegura que Umberto Tozzi, Marco Masini y Morat son algunos de los artistas que más escucha y, por tanto, más le están inspirando en los últimos tiempos.
Cuando un artista no está consagrado, cada disco es una reválida. Ellar siente esa presión, «es un momento difícil, pero vamos con ganas de darle gas». Adelanta que en su nuevo material incursionará en ritmos alegres, «venimos de dos años tristones y la vida necesita llenarse de color y música». En sus letras, reconoce que se remueven heridas, «es dolorosísimo y terapéutico, me gusta escribir sobre el papel y tachar, borrar, llorarlo todo si es que hace falta y abrir mi corazón por mucho que eso te vulnerabilice».