No es lo mismo dejar a que te dejen. Mejor lo segundo, para regodearte en el dolor, emborracharte sin excusas y escuchar canciones intensas como las de Sergio Dalma. Lo del catalán con el público fue amor al primer acorde, concretamente al ritmo de Esa chica es mía, una canción ambiciosa cuyo título no pasaría el corte en estos tiempos de corrección política. Con ella, Josep Capdevila (la persona detrás del personaje) deslizó un mensaje que caló hasta el tuétano, alcanzando una popularidad que jamás le ha abandonado. El Auditòrium de Palma acogió este viernes la primera de la doble cita del artista en Palma –hoy actúa a las 21.00–, que llegó con su disco Alegría.
Tras irrumpir desafiante con Esa chica es mía puso de moda Bailar pegados. Dos canciones bastaron al artista de Sabadell para granjearse el sambenito de baladista, aunque él siempre se ha considerado un cantante todoterreno. Lo demuestra en Alegría, un trabajo que suma rumba a su pop mediterráneo, como prueba, su primer sencillo, La noche de San Juan, otro ejercicio de frescura marca de la casa de un artista al que a sus 57 años siguen poniéndole los retos.
Han transcurrido más de tres décadas desde aquel 1989 que le encumbró. Por el camino ha dejado una veintena de álbumes y un puñado de corazones rotos. Experto en supervivencia, el incombustible Sergio Dalma ha sabido nadar y guardar la ropa, braceando entre las modas sin perder la compostura ni su estatus superventas. Y, a día de hoy, sigue disfrutando de una sólida hegemonía en el campo de la canción melódica.