El empeño de la cineasta Marina Wagner (Mallorca, 1996) por llevar adelante sus proyectos la ha llevado a desarrollarlos en todo tipo de circunstancias. Casi siempre, algo adversas. Desde su primera película con tan solo 16 años, estrenada en el cine Rívoli, tras leer a Honoré de Balzac, hasta filmar un exitoso cortometraje con una cámara que se sobrecalentaba cada cuatro minutos y se apagaba. Ahora, con la esperanza de que sea en «condiciones algo mejores», comenta entre risas, Wagner prepara un nuevo corto y ya se lanza a su segundo largo, una cinta de terror poético ambientada en la salvaje Tramuntana que cuenta con una ayuda del Institut d'Estudis Baleàrics. La cinta que Wagner prepara junto a su productora, La Impostora, se trata de su segundo largometraje y se halla ahora mismo en una fase de planteamiento inicial tras una residencia en Es Far de Menorca en la que Wagner ha podido reflexionar sobre los temas a tratar y cómo tratarlo, además de la decisión de «hacer una novela gráfica junto al guion, que me ayudará a desarrollarlo».
La película busca ser una «reinterpretación de la mitología mallorquina» y, específicamente, «la de la idea de que la libertad de la mujer es peligrosa y por ello hay que encerrarnos» hasta el punto de que esa libertad le parece, a la propia mujer, peligrosa. Todo salpicado con tintes de terror poético para tratar «cómo la naturaleza puede ser bella y al mismo tiempo, terrible». En definitiva, «cómo alguien, como un pintor que no entiende un paisaje y no puede pintarlo, puede obsesionarse tanto con algo hasta perder la cabeza». Para ello, los paisajes de la Serra serán «fundamentales» y, a juicio de Wagner, «se han aprovechado poco a nivel cinematográfico». La idea es «dar una imagen diferente de Mallorca, la de una naturaleza que puede dar miedo», detalla la cineasta.
Cortometraje
Antes de poder sacar adelante este proyecto, no obstante, Wagner trabaja en un nuevo cortometraje que se sume a su filmografía, en la que sobresale Seda verde, una producción sobre una ama de casa que sufre malos tratos de manos de su hijo y fantasea a través de un programa de cartas de la radio con que tiene un amante que le permite escapar de su realidad. Este corto pudo verse en el Evolution! Film Fest y que, a su vez, ha viajado por Turquía, Nueva York, Los Ángeles, etcétera. Esta producción es, de hecho, bastante peculiar por cómo se llevó a cabo: «Lo tuvimos que grabar con una cámara antigua de la universidad que se sobrecalentaba y se apagaba cada cuatro minutos, así que teníamos que esperar, ventilarla, y entonces seguir rodando».
Esta dificultad, según Wagner, «nos daba un marco que nos impulsó creativamente porque teníamos que buscar soluciones y teníamos que hacerlo todo superbién en tres minutos». El resultado fue «muy interesante» porque «con más dinero igual no hubiera quedado tan bien», opina al tiempo que matiza que «ahora toca trabajar en condiciones». Esa no es la única aventura cinematográfica en la que se ha embarcado Wagner, quien a los 16 años filmó su primera película, La noche de las calendas griegas, tras leer un libro de Honoré de Balzac. «Me lancé junto a Marcos Callejo a hacer una película ambientada en el siglo XIX con lo que podíamos». Según recuerda Wagner, «la gente se volcó y nos prestaron las casas, nos hicieron el vestuario» y, al final, «nos salió una película de dos horas y media que estrenamos en el cine Rívoli donde matamos de aburrimiento a todo el mundo», bromea la autora. A pesar de la precocidad, «había cosas muy interesantes y también pudimos aprender mucho con este proyecto», destaca Wagner.
Wagner, que también ha rodado el videoclip Killing the love, de la artista camerunesa afincada en Mallorca Lya Grace, también se atreve con la escritura y está embarcada en algunos proyectos editoriales actualmente. El suyo es un caso de artista polifacética con ganas de narrar y contar historias a través del medio que sea, y contra viento y marea, como ya ha demostrado hasta la fecha.