Una casa és pànic nos alista en un viaje sensible y profundo, con canciones que dialogan entre sí, forjando un universo lírico que recorre la vulnerabilidad, el amor y el desencanto. Qué placer esta pena. Miquel Serra tiene la capacidad de hacer del dolor y las letanías más amargas una experiencia casi festiva. Puede que sea música para cuarentones. Sus canciones no son las divagaciones de un tipo que ahoga sus penas en un bar, más bien parecen garabateadas en su cocina un lunes noche. Letras aparentemente melancólicas que abren una puerta a la esperanza, para que no parezca estar siempre a punto de saltar de la cornisa. Sus personajes tienen curros normales, facturas y sexo rutinario. Se emborrachan y la cagan. Y quien no. Tipos que, aun pasando desapercibidos, nos representan a todos. Este viernes se darán a conocer en el Teatre Principal d'Inca, a partir de las 20.00 horas.
Una casa és pànic remite un conjunto de temas adornados con delicadas melodías, acompañado de una lírica dulce y cruda a la vez, ¿siente que es su mejor disco?
— Al terminar un disco siempre tienes la sensación o esperanza de que sea así, pero eso viene con la perspectiva. Sí es el más logrado, gracias a la banda que somos con Miquel Perelló, Jorra Santiago y Michael Mesquida.
¿Qué le diría al tipo que acaba de comprar tu disco?
— Muchas gracias, y que ojalá sienta que ha sido un dinero bien pagado.
¿Cómo se puede labrar una carrera hablando de los mismos temas pero dando la sensación de no repetirse?
— Supongo que encarando cada canción nueva con las sensaciones que te rodean en ese momento. En el pop ya no se inventará nada nuevo, o lo veo muy difícil, pero es que creo que todos deseamos reencontrar la misma canción que nos emocionó en el pasado, o eso es lo que interpreto de los rankings de lo más escuchado: se suceden los estilos, pero no el impacto emocional.
El dibujo que ilustra la portada, obra de Tomeu Aguera, transmite una idea de verano silente y taciturno. ¿Era la idea que querían plasmar?
— Algo así, que fuese anodino, un poco frío.
Como oyente, tengo la sensación de que la melancolía es tu mejor compañera de viaje. Por muchas vueltas que dé la vida, ¿la tristeza sigue siendo más rentable para el creador que la felicidad?
— No necesariamente, pero está claro que las emociones de pesadumbre son mejores de plasmar en letras, aunque no me explico porque, quizá si hiciese canciones expansivas de inicio para bailar en una plaza, pero resulta que no es la música que escucho habitualmente.
¿Cómo discurrió el proceso creativo de Una casa és pànic?
— La diferencia con los anteriores ha venido con la construcción, donde la banda ha sido determinante una vez les enseñaba el esbozo inicial. Yo solo no hubiese sido capaz de montar algo así.
¿Uniendo sus canciones obtendremos una imagen aproximada de quién es Miquel Serra?
— No, todos tenemos múltiples aspectos, según el marco se potencian unos más que otros.
¿Qué tiene la música que no le ofrecen ni el cine ni la literatura?
— Un tipo de emoción muy inmediata, directa, de una accesibilidad muy horizontal, algo quizá más laborioso de acumular con otras artes.
En lo político y en lo musical, ¿nos iría mejor si rompiéramos los espejos retrovisores para empezar a usar mejor la memoria?
— Al contrario, deberíamos renunciar más a la memoria y a como creemos que somos, y experimentar la vida desde lo que sentimos en cada momento, sin el filtro de tanto pensamiento.
¿Siente que tienes mucho que contar o hay más que callar?
— Es evidente que el hecho de publicar algo busca un reconocimiento, todos deseamos estima y atención, y como no soy capaz de obtenerlo en mí, me dirijo al exterior... al menos intento que sea de calidad.
Enumere los tres discos que cambiaron su vida
— La cagaste... Burt Lancaster, de Hombres G; Merriweather post pavilion, de Animal Collective; y Third, de Portishead.