¿Quién no ha tenido ganas de matar a alguien alguna vez? En sentido figurado, claro. Esta es la pregunta que explora Asesinos todos, la obra de Jordi Sánchez y Pep Antón Gómez que protagonizan Carlos Sobera, Neus Asensi, Elisa Matilla y Ángel Pardo. Se estrena este fin de semana en el Auditòrium de Palma con una función el sábado y otra el domingo. El presentador de televisión, quien compagina su trabajo en la pequeña pantalla con su carrera actoral, da los detalles de su personaje en la obra y reflexiona sobre los impulsos más humanos.
Casi un año con Asesinos todos, ¿están de aniversario?
— Pues sí, casi hemos llegado. Estrenamos en febrero en Madrid y ahora no vamos a celebrarlo en Palma solo por unos días. Pero estar en Mallorca es siempre una delicia porque hay muy buenos escenarios y la gente tiene mucho gusto por el teatro. Además, en esta Isla te quedarías a vivir.
La obra tiene que ver con Extraños en un tren, la famosa novela de Patricia Highsmith adaptada al cine por Alfred Hitchcock, ¿es Asesinos todos una nueva versión de ella?
— No, para nada. Está en las antípodas de Extraños en un tren. Trata de dos matrimonios bien instalados, pero que se encuentran al borde de la ruina y todos sus problemas llegan por dos personas: el jefe de uno y la madre de otro. Por ello, deciden matarlos para que todo sea igual, pero esto plantea dilemas morales y también prácticos porque cometer un crimen, según he oído, parece que no es nada sencillo, y esto hace que se enzarcen en disputas en clave de comedia.
¿Cree que es fácil que el público se sienta identificado?
— Yo creo que sí porque más de uno ha tenido ganas de matar al vecino del quinto en alguna ocasión, pero la mayoría tenemos sentido común. La obra, entre otras cosas, permite que muchos piensen ‘joder, en qué me estaría metiendo si hiciera algo así'.
¿Cree que es como una disuasión?
— Espero que no haga falta disuadir a nadie (risas), pero sí creo que nos enseña que, en el fondo, somos lo peor y hacemos lo que sea para mantener el status quo y nuestra catadura moral se pone a prueba.
¿Qué puede contar de su personaje, Pepe? ¿Cómo lo enfoca?
— Pues Pepe es un legalista que no ve más allá de la letra escrita de la ley y que no es capaz de comprender ni su propio espíritu. Cuando se plantea un delito él trata de convencer de que no se haga, pero en su afán por conservar su poder y situación se muestra como mezquino, cobarde, capaz de traicionarlos a todos y revela sus miserias.
¿Qué tal está siendo compartir tablas con este equipo?
— Una maravilla porque son todos actores espectaculares que han hecho de todo. Aprendo mucho con ellos y me divierto, por lo que hay muy buen rollo y el público lo nota.
Usted también ha tocado varios palos, aunque la mayoría le conozca por la televisión.
— Sí, llevo toda la vida haciendo teatro y en los últimos diez o doce años he podido compatibilizar, aunque a veces sea a costa del tiempo personal. Pero la tele es algo muy poderoso, un minuto en ella es más gente conociéndote que en dos años de gira teatral. Esto nos ayuda porque también queremos vender butacas, claro.
¿Qué le parece más complicado: el directo de presentar un programa o preparar una obra teatral?
— El teatro exige más estudio previo, pero presentar es complejo. En First Dates, por ejemplo, tienes que tener un conocimiento de la gente que pasa por allí y que deja en tus manos cómo les va en ese momento. Gestionar eso no es fácil desde el punto de vista comercial, pero tampoco el emocional. Termina siendo muy exigente lograr esa comunión con el público.