«La naturaleza y el cuerpo humano» se unen en el nuevo proyecto escénico y performativo de Concha Vidal, I aquest és el meu cos. Este trabajo replantea, mediante una analogía de las dos partes, qué estamos haciendo con ambos. Además, muestra también la tensión contradictoria entre estos dos elementos diferenciados que surge con el deseo de querer fusionarse para exterminarla. Toda esta pieza se estrena hoy, a las 19.45 horas, en el Casal Solleric de Palma dentro del ciclo de performances y conferencias Erosions, comisariado por Aina Bauzá, la responsable de este espacio.
«Todas mis actuaciones nacen de mis pinturas. A partir de ahí, mi deseo e interés por el trasvase de la pintura hacia las artes escénicas me hace empezar con este proyecto», detalla la propia Vidal. Los espectadores podrán ver esa pintura original y a continuación la iluminación, el espacio sonoro, la escenografía y el cuerpo se convierten en los autores principales de la obra. «La gente podrá ver una perfomance donde se mezclan muchas ramas artísticas», detalla. Además, Vidal aclara: «Siempre me ha interesado como artista, investigar sobre la representación del cuerpo-experiencia, del cuerpo-sentido, tanto a nivel pictórico como performativo. Lo considero un acto de rebeldía».
Objetivos
Uno de los objetivos de esta propuesta es el de «dar voz a todos esos cuerpos femeninos que han sido silenciados históricamente», como define Vidal. Eso le llevó a por ampliar sus conocimientos y poder agrandar sus trabajos. «Esa necesidad de sacar a estos cuerpos de esa quietud y silencio hizo que me interesara cada vez más por las artes escénicas. A través de ellas, quise otorgarles el don de la palabra, el movimiento y el espacio», argumenta. Con todo, según la autora: «El trabajo podría considerarse con toques feministas por el hecho de reivindicar y defender el cuerpo de la mujer. Siempre el cuerpo femenino estuvo oculto por esa homo-visión del pasado».
La puesta en escena pretende ser el punto fuerte. «Los espectadores disfrutarán de un conjunto de sensaciones únicas. Además, en la performance existe un ingrediente catártico y ritualístico que a mi modo de ver no existe en la pintura. Representar el propio cuerpo frente a un público convierte a los espectadores en cocreadores del mismo», concluye.