La película El ventre del mar, rodada en Mallorca, llegará el 12 de noviembre a los cines, después de ganar seis Biznagas en el Festival de Málaga y el Russian Film Critics Award en la sección oficial del Festival Internacional de Moscú. Agustí Villaronga es el director y guionista de la obra, basada en un capítulo de la novela Oceano Mare del escritor italiano Alessandro Baricco. El filme está basado en el naufragio de un buque de la Marina francesa que sucedió en 1816. Los hechos también inspiraron la pintura La balsa de la Medusa de Théodore Géricault. Los actores Roger Casamayor y Oscar Kapoya protagonizan el largometraje.
¿Por qué decidió presentar El ventre del mar, una película tan poco convencional, en el Festival de Málaga?
— En teoría es una película muy de festival. Empezó en Moscú, después en Rotterdam. Málaga es un festival muy popular, que tiene fama de dar mucho apoyo a las comedias. Intentamos presentar la película en San Sebastián, pero no les gustamos. Dudamos y optamos por Málaga, con mucha satisfacción. Fue una apuesta del productor Javier Pérez Santana, que fue muy hábil en este sentido.
Ha comentado que rodarla ha sido como enfrentarse a una ópera prima.
— En una ópera prima, hay una ilusión tremenda. Se trabaja con un presupuesto muy pequeño y en condiciones poco industriales. En El ventre del mar hemos trabajado con estas condiciones, durante la pandemia, en pleno estado de alarma y con un grupo reducido de personas. Éramos unas treinta personas, que es muy poco. Lo que la salvó es la ilusión que teníamos por hacerla. En ese sentido, es muy ópera prima. Personalmente, reencontré cosas de mi juventud. Por un lado, tenía la experiencia de haber filmado muchas películas, pero he tenido una libertad creativa que no sueles tener cuando vives condicionado por plataformas, televisiones, productores…
La narración es muy teatral. ¿Ha tenido algo que ver en esa circunstancia sus últimos proyectos teatrales (El testamento de María y Clitemnestra)?
— Es cierto que es muy teatral, pero no creo que tenga que ver con haber hecho dos obras de teatro. Pienso que está relacionado con el hecho de haber escrito, antes del guion para cine, una adaptación para teatro, con dos monólogos cruzados. Era una película rodada en pocas semanas. Debíamos crear situaciones de puesta en escena, en un lugar que estaba cerrado en una fábrica. En eso me ayudó mucho Susy Gómez. También hay una herencia literaria. No se evita la voz en off, de Baricco.
¿Ha sido fiel al texto de la novela de Baricco?
— He sido muy fiel al espíritu de su texto. Partimos de un hecho que sucedió hace 200 años, en un juicio que cuenta lo que pasó en esa barca. Entramos en lo que pasó, a veces de forma muy real, otras con la deformación del paso del tiempo. Además, hay la visión de cuando los personajes son mayores, y vemos cómo les influyó el naufragio en su vida.
Desde el principio, incluye imágenes fotográficas de refugiados y náufragos en el Mediterráneo que conectan la historia del siglo XIX con la actualidad.
— Al pensar en un naufragio, era inevitable no llegar a la gente que ha muerto en el Mediterráneo. Se empieza con un vestuario de época y, al final, ya no es así. Los personajes son negros, como si la historia hubiera sucedido hoy en día. Es una especie de recordatorio. No creo que una película pueda lograr cambiar la mentalidad de la gente, pero sí puedo acercar esa realidad. Ya me pasó con Tras el cristal (1986). Creo que el espectador entenderá mejor un suceso de naufragio si mostramos lo que está pasando cada día en nuestras costas.
¿Cómo fue el rodaje en una fábrica abandonada (Es Sindicat) de Felanitx?
— La localización nos provocó muchos problemas. Una semana después del rodaje, se derrumbó una parte del lugar donde habíamos estado. Es un espacio increíble, dejado de la mano de Dios.
¿Qué le encargó a Susy Gómez?
— La dirección de arte, toda la parte plástica. Construyó la balsa, las velas metálicas, se repartió el vestuario con Pau Aulí. Susy procede del mundo del arte, es capaz de abstraer. Funcionaba bien porque no era una cosa naturalista, entendía muy bien lo que debía hacer.
En el reparto, participan actores no profesionales, como los escritores Arnau Pons y Blanca Llum Vidal, o el pintor Rafel Joan, entre otros.
— La razón es muy simple. Son amigos cercanos y nos faltaba gente. De todos modos, son gente que funciona muy bien frente a la cámara, como Rafel Joan o Catina Penyafort, que responden perfectamente. O el momento de Arnau Pons y Blanca Llum. Yo creo mucho en los actores, pero también en personas que, por su simple presencia o personalidad, ya llenan la pantalla.
¿Cómo resumiría la fuerza del mar que se expresa en la película, donde se asegura que todas las cosas acaban convirtiéndose en mar?
— En realidad, no lo sé. He vivido siempre cerca del mar y siempre he nadado, pero nunca he pensado que formara parte de mi vida. Cuando Baricco habla del mar, lo hace como si fuera un elemento místico, casi como un dios. Todo se refleja sobre el mar. Tiene la función de ser el todo.