Jordi Sierra i Fabra (Barcelona, 1947) es uno de los autores más queridos y leídos de nuestro país, además de contar con una larga lista de reconocimientos. El autor de títulos como Campos de fresas o El asesinato del profesor de matemáticas presentará su última novela, La conjura d'Herat (Univers) mañana, a las 17.00, en el patio de La Misericòrdia, dentro la Setmana del Llibre en Català de Palma.
Campos de fresas, Las chicas de alambre... Son clásicos que se siguen leyendo hoy en día.
—Sí, más que bestsellers hago longsellers. ¡Hoy en día que un libro dure más de dos años ya es un auténtico milagro! Me siento querido, cuando los maestros me ven en algún sitio se emocionan y me dan las gracias por escribir. En 2022 hará 50 años que publico.
Muchas de esas novelas son lecturas obligatorias de instituto. ¿Qué le parece?
—Fatal. Cuando era niño, odiaba a Cervantes. Ahora sé que muchos niños deben de odiarme a mí. Pero la verdad es que los profesores me dicen que no recuerdan que ningún niño les haya tirado un libro mío por la cabeza o se hayan quejado. Nunca he escrito un libro pensando en que lo leerán en la escuela porque, en ese caso, sería un libro dirigido. No escribo para jóvenes, escribo de jóvenes.
En 2004 creó la Fundació Jordi Sierra i Fabra para empujar a los jóvenes hacia la lectura y escritura, ¿un empuje que usted no tuvo?
—De niño lo pasé fatal. No era un buen estudiante, era tartamudo y mi padre me prohibió escribir, que era mi sueño. En la escuela me decían que era un inútil. Una vez me hice mayor, vi que había muchos niños que querían escribir y no les dejaban o no confiaban en ellos mismos, por eso creé un premio literario para menores de 18 años. Era mi manera de decirles ‘creo en vosotros, escribid'. También tenemos la Fundación Taller de Letras Jordi Sierra i Fabra para Latinoamérica y la revista online gratuita La Página Escrita. Intento ayudar a los demás. Gandhi decía que la peor violencia es la indiferencia. Si hay gente en este mundo tan materialista, egoísta y corrupto que puede hacer algo y no lo hace, somos cómplices de que esté peor.
¿Cree que han cambiado las historias o los lectores?
—Cuando publiqué Campos de fresas no había móviles ni internet, pero todavía se lee. Los sentimientos no cambian, puede que sí lo haga el entorno cotidiano, pero las personas nos enamoramos igual. Eso sí, en los últimos cinco años, por culpa de los móviles, los jóvenes comprenden menos. Dar un móvil a un niño de 12 años es como darle un arma de destrucción masiva; es un agujero negro que le chupa toda la energía. Se lee más que nunca, es verdad, pero eso no quiere decir que se aproveche más que nunca. Además, se ha perdido por completo la cultura del esfuerzo.
La educación sí ha mejorado, hoy en día a un profesor no se le ocurriría llamar inútil a un niño.
—El problema que tienen hoy los profesores son las AMPAs. Un profesor tiene que conseguir que los alumnos piensen y si para ello tienen que leer un libro en concreto, los padres lo tienen que respetar. No puede ser que a una madre que no le guste ese libro, porque trata de gays, lesbianas, sexo o lo que sea, vaya a quejarse al profesor. Así los institutos escogen libros chorras, para no meterse en líos. Hoy en día los jóvenes ven películas y series que no deberían, porno en internet, pero luego los padres se quejan cuando en un libro se habla de sexo. En el libro, a diferencia de lo que vea en internet, se explicará y razonará; no será algo frío y explícito. Pero es el libro el que se censura y se vigila, que es lo más bestia que se puede imaginar socialmente.
Lleva más de 500 libros publicados, una cifre que sigue creciendo.
—No sé hacer otra cosa, es lo que más me gusta del mundo y no puedo parar de escribir. Tengo pendientes de publicar unos cuarenta libros y sé que muchos de ellos no verán nunca la luz, porque o no gustan o no interesan a las editoriales. Y no pasada nada. Por otra parte, vivimos en un país raro en el que un tío que ha publicado 500 libros y que ha vendido catorce millones de ejemplares es que hace churros. La gente que me critica es la que no me ha leído. Hay once libros pendientes de salir el año que viene y, para 2023, ya hay cinco que están hechos.
Viene a Palma a presentar La conjura d'Herat, segunda entrega de la serie protagonizada por la periodista Magda Ventura.
—Tenía la serie de Miquel Mascarell, un expolicía republicano, ambientada en los años 40 y 50. Los lectores me decían que echaban en falta una novela policíaca mía ambientada en la actualidad. Así que pensé en crear un personaje totalmente opuesto a Mascarell, una mujer de hoy en día y periodista de investigación. Hablé con la editorial y propuse hacer una trilogía. La tercera parte, La connexió maltesa, saldrá en 2022. De Mascarell se publicará en abril Uns quants dies de febrer.
¿Cuál es su libro preferido?
—El manantial, de Ayn Rand, que me cambió la vida cuando tenía 17 años. Me hizo descubrir quién soy y que quería ser como el protagonista :nunca nadie ha tocado mis libros, antes muerto que alterar lo que hago, soy artista. La película, protagonizada por Gary Cooper, por cierto, capta muy bien la esencia del libro.
Fue uno de los grandes expertos en música en los 60 y 70 y escribió importantes biografías. ¿Le gustaría retomar aquellos proyectos?
—Dejé la música hace años para escribir novelas. Lo último que escribí fue cuando Bob Dylan ganó el Nobel de Literatura, un libro cortito para que los jóvenes le conocieran. Me gustaría haber escrito, por ejemplo, la biografía de Freddy Mercury, a quien tuve el privilegio de conocer. Igualmente, muchas de mis novelas tienen un importante ambiente musical. Cuando murió Avici, por ejemplo, escribí DJ, una novela a la que tengo un gran cariño.