Tras dos años desde el éxito de su última novela, La hija de la española, la escritora Karina Sainz (Caracas, 1982) se adentra de nuevo en un mundo marcado por la violencia con El Tercer País. La conocida autora recaló este viernes en Palma para presentar este título en La librera del Savoy (Joan de Cremona, 3), en lo que es su primera visita a la Isla.
¿Cómo define su obra?
—Tengo una morfología híbrida. Soy una mezcla entre la mirada literaria latinoamericana y la técnica de escritura europea. Me siento un poco como un centauro, mis extremidades son venezolanas y mi torso es europeo.
Sus novelas se ambientan en un mundo violento.
—Crecí en Caracas. Allí, la sociedad es tremendamente violenta y hermosa al mismo tiempo. Eso influyó en mi manera de ver y entender las cosas.
¿Cuál es el argumento?
—Narra una historia que transcurre en una frontera imaginaria que separa la tierra oriental de la occidental. Angustias es una madre que huye del lugar donde nació ella y sus dos hijos, que mueren en la travesía y decide guardar sus cadáveres en una caja de zapatos. Por el camino, se encuentra con la otra protagonista, Visitación Salaz, que es una mujer que entierra muertos. De ahí que sea un relato de piedad, de personas que ayudan a otras.
¿Diría que el tema principal de la obra es la compasión?
—El Tercer País es una ficción pero también es una constelación de símbolos que el lector debe descifrar. He retomado la figura de la mitología griega Antígona. Por eso, desde un punto de vista general, el relato nos planta ante el dilema de la compasión, la piedad. Sin embargo, a lo largo de la historia también se pueden apreciar otras contradicciones de la vida cotidiana, como la muerte de alguien, el miedo a ello o la soledad.
¿La historia podría transcender a la realidad?
—Desde hace 2.000 años, la sociedad está marcada por varios factores. Uno de ellos, el viaje como estructura vital. Si te das cuenta, en el siglo XXI sigue estando muy presente esa idea del viaje como desplazamiento, como huida. Por ejemplo, los refugiados o los emigrantes.
Las protagonistas son mujeres muy fuertes.
—Tengo un amor especial hacia los personajes femeninos. La sociedad caribeña es profundamente patriarcal y no puedo controlar que la sensibilidad femenina esté presente en mis novelas. En este caso, Angustias me permitía reflejar la maternidad, desde que tiene hijos hasta que, en este caso, los entierra. Visitación por su parte es algo más alocada. Surge una amistad muy peculiar.
¿Busca cambiar el mundo con sus libros?
—No pretendo cambiar el mundo con mis novelas, quiero molestar. Quiero que el lector se encuentre con sus propias contradicciones. Un narrador plantea problemas, te pone en aprietos. La literatura no debería tener propósitos a parte de incomodar.