Gerard Quintana (Girona, 1964) lleva años haciendo literatura a través de la música con la mítica banda Sopa de Cabra. Por eso, no es extraño que haya publicado dos novelas: Entre el cel i la terra y L'home que va viure dues vegades. Esta última obra le ha valido el prestigioso Premi Ramon Llull. Este sábado, a las 19.00h, lo presenta en la Fira del Llibre de Palma, en el Born.
El protagonista, Salvador Martí, es un poeta que vive más en el mundo de los sueños que en la realidad. ¿Cuesta diferenciar estos dos mundos?
—Sí, porque a veces dejamos los sueños fuera de la realidad y seguramente estos son más reales que la propia vida. Freud decía que en el subconsciente ocultamos lo que nos hace daño, el dolor, y cuando soñamos no tenemos un control de lo que sentimos, estamos fuera de la zona de seguridad que nos da nuestra conciencia. Y el protagonista podrá ver en los sueños aquello que ha perdido. En su caso, el mundo de los sueños llegará a sustituir lo que llamamos realidad.
En el libro hay algunos poemas de Pere Ponsatí, alter ego de Salvador Martí y, a la vez, alter ego también de Gerard Quintana?
—De hecho presenté la novela al premio bajo el pseudónimo de Pere Ponsatí. Era una manera de rendir homenaje a mi tío, Pere Rodeja Ponsatí, que regentaba una librería que llegó a contener 200.000 libros en stock. Su ansia por los libros de no era tanto para despacharlos como para compartir conocimiento.
En la novela incluye varios nombres de autores y de obras.
—Si en la anterior novela buscaba fuera, en ésta busco dentro. Comparto muchas cosas con el protagonista, los poetas que resuenan y los libros que trajina de un lugar a otro también son los que me han acompañado en mi vida, que me han impresionado por su manera de afrontarla. Son Pavese, Pizarnik, Pasolini y Plath, entre muchos otros.
¿Qué más comparte con el protagonista?
—El tiempo y los lugares, el recorrido vital y geográfico por Formentera, Eivissa, Barcelona, Cadaqués, Girona... Son lugares que conozco muy bien y que significan muchas cosas para mí. He llegado a pensar si Salvador era un reflejo mío, de un espejo o de alguien que ha estado siempre allí a mi lado.
Antes de escribir novelas ya era poeta, a través de la música.
—La poesía, a nivel formal, está muy relacionada con la música. Solemos oír eso de que la música está llena de poesía, pero la poesía ya contiene la música y no le hace falta un vestido instrumental. Para mí la poesía es el máximo exponente, es lo más destilado de un proceso creativo. En mi caso, veo la poesía al final de un camino de aprendizaje y creo que el día que escriba poesía sin música será el final de ese proceso de aprendizaje. Le tengo mucho respeto a la poesía, opino que un poeta solo puede decir que lo es al final del camino.
El libro termina en el año 2026, en medio de una pandemia y de un estado de emergencia.
—Empecé la novela a finales de 2019, pero la gran mayoría la escribí durante la pandemia, justo después de lanzar La gran onada con Sopa de Cabra. Imaginé el 2026 a raíz de conversaciones con amigos expertos y todos coindicen en que hemos llegado a un punto sin retorno. Ahora empezamos a ver la luz al final del túnel, pero creo que no hay razón para bajar la guardia. Puedo confiar en las personas, pero me cuesta creer en la especie. Queda mucho camino por recorrer y mucho por entender.