Los Javaloyas nació en la época que los niños venían de París, los hombres olían a Aqua Velva y las mujeres se peinaban como Mary Quant. En el vértice del subdesarrollo, bandas como la que hoy lidera Serafín Nebot señalaban el camino hacia la nueva era del bienestar. Hoy, explotan el poder evocador de un repertorio que marcó la primera década de oro del pop español. Con una lucidez impropia de su edad, Nebot (Son Servera, 1932) liderará a unos renovados Javaloyas este domingo, a partir de las 18.30 horas, sobre el escenario de Trui Teatre. La presencia de Santi Carulla, vocalista de Los Mustang, pondrá la cereza sobre el pastel.
Me consta que el concierto del domingo será un repaso a los temas más representativos de Los Javaloyas, pero, ¿habrá alguna sorpresa?
— La sorpresa es que llegamos con gente joven con mucha ilusión que quiere continuar con el legado del conjunto.
Supongo que estará un cansado de que siempre le pregunten por la retirada. Hay quien no entiende que ser músico no es solo un trabajo, es una pasión, y las pasiones son difíciles de jubilar…
— Tiene toda la razón. Los ejemplos en el mundo de la música de artistas que se van y vuelven son constantes, ahí está Julio Iglesias. Creo que hasta que la salud te lo permita hay que estar en el escenario.
Decía Miguel Ríos que, a su edad, lo más fácil sería retirarse a un pueblecito y allí, ‘sopitas y buen vino', pero no hay forma. ¿El escenario es como una novia a quien no se puede dejar?
— Es una atracción enorme, ver que la gente te quiere y está pendiente de ti es una sensación extraordinaria.
En sus memorias, Bruce Springsteen habla del subidón de adrenalina que producen los conciertos. Dice que luego vienen el bajón y las depresiones. ¿Usted también se ha sentido inmortal y luego insignificante?
— Insignificante más que inmortal. Springsteen congrega a más gente y el chute es más importante. Pero es cierto que después de un concierto te entra un vacío que no sabes como llenar.
¿La música sigue siendo algo poderoso en lo que creer?
— Creo que sí, porque toca la fibra de toda la gente.
Mike Kennedy enumera en una entrevista su lista de prioridades: amor, música y dinero. ¿Suscribe el mismo orden?
— Sí, pero en mi caso no quiero acumulación de dinero, sino lo suficiente para poder vivir con dignidad.
Por longevidad, Los Javaloyas son la formación musical más veterana de España, ¿le incomoda el papel?
— Al contrario. Creo que ha habido bandas con más éxito, nosotros hemos tenido menor proyección pero en cambio una carrera más larga.
¿Se arrepiente de algo que hizo o dejo de hacer?
— He cometido muchos errores y algunos aciertos, pero prefiero no pensar en eso.
¿Cómo se las arreglaban para adaptar la lírica y los ritmos de Beatles a canciones en español? Y que a su vez se mantuvieran fieles al original…
— Era difícil, no teníamos muchos medios, así que teníamos que luchar contra esa precariedad con trucos que nos inventábamos. Reemplazamos la tecnología con ingenio.
En los 60, vivir en Mallorca era sinónimo de tener acceso a la música extranjera antes que en cualquier lugar de España. ¿Esa circunstancia les dio alguna ventaja?
— Sí, estábamos en contacto con Miguel Soler y cuando recibía novedades nos las pasaba enseguida. De ese modo, Los Javaloyas publicamos versiones antes de que salieran los temas originales.
¿Había mucha rivalidad entre los grupos mallorquines de aquella época? Al estilo Sirex y Mustangs.
— Era una rivalidad bien entendida, cada uno tenía su repertorio y sus fans. Ese fenómeno estuvo muy amortiguado en Mallorca.
Hablemos sobre la vida y costumbres de los 60 y 70. ¿Qué hábitos de entonces echa en falta?
— Echo en falta aquella época del inicio del turismo en Mallorca. Había optimismo y ganas de hacer cosas. Aún no se había instalado la sensación de que nos estamos cargando la Isla, y había un ambiente extraordinario.
¿Qué habría sido de su vida de no haberse dedicado a la música?
— No habría sido tan feliz. Dedicarte a lo que te gusta hace que te despiertes con un optimismo tremendo.
¿Qué opina de la escena musical actual?
— España tiene un panorama musical extraordinario. Soy un enamorado de Serrat, Sabina y Víctor Manuel, entre otros.