Bretzel, de Nuria Giménez Lorang, como una de las sorpresas del cine español del último año, una sorpresa que su directora «no esperaba» a la vez que reconoce que «no estamos acostumbrados a este tipo de documentales». Ayer la cineasta catalana presentó ayer personalmente la proyección del filme en el Centre de Cultura Sa Nostra, en Palma, dentro del ciclo Cinema d'autor de la Universitat de les Illes Balears (UIB).
Esta visita, según destacó este jueves Giménez a Ultima Hora, es muy «significativa y especial», pues en la cinta aparecen paisajes de la Isla, como la Serra de Tramuntana y Formentor, y también Menorca. De hecho, contó la realizadora, «me contactó Xisco Bonnín, del Arxiu del So i de la Imatge del Consell para que les diera una copia de las imágenes en las que salen Mallorca y Menorca, que en total suman unos diez o doce minutos. El viaje a Mallorca lo realizaron mis abuelos en 1968 y a Menorca fueron en 1958».
Singular
My Mexican Bretzel es un documental muy singular y original que ha cosechado ya varias distinciones en eventos como el Rotterdam International Film Festival, los Premis Gaudí o los Feroz. La cinta se nutre de un «increíble material» que Giménez halló en la casa de su abuelo en Suiza, cuando este falleció en 2010 y que «ha permanecido en la oscuridad durante más de medio siglo». «Había 50 bobinas, la mayoría de 16 milímetros, algunas de ocho. Fui con mi madre y me las llevé a Barcelona, donde vivo, para digitalizarlas. Eran imágenes de los años 40, 50 y 60. Hablé con mi madre para pedirle permiso y empecé a trabajar. Tenía claro que no quería hacer un documental sobre la vida de mis abuelos, pero tampoco no sabía qué hacer con todo aquello. Así que empecé a experimentar con ellas, haciendo piezas cortas al principio y dejándome llevar por ellas», detalló Giménez.
Paralelamente, apuntó, «comencé a escribir todo lo que se me ocurría. Esta parte de las imágenes y de la escritura me llevó unos tres años. Luego, a partir del cuarto año, comencé a encajarlo todo y es cuando me lo pasé mejor, porque era como un juego. Todo el proceso, en total, han sido siete años. Mi madre fue la primera que vio la película y me comentó que era un retrato verdadero de sus padres y que, si hubiera explicado su vida real, si hubiera hecho un documental biográfico al uso, hubiera mentido mucho más y hubiera sido algo más falso y forzado», advirtió.
Silencio
El silencio también es clave en esta cinta y permite que «las imágenes brillen por sí mismas». «Además, quería explorar la relación que tenemos con el silencio, creo que estar en una sala con gente que no conoces en silencio es algo que no solemos hacer». Así, el documental, que Giménez señala que podría definirse como «poético y experimental», es un diario íntimo en imágenes de Vivian Barrett, una mujer que aparentemente tiene una vida perfecta y lujosa junto a su marido Léon Barrett, pero que en realidad esconde muchas sombras. Es una cinta también de viajes, tanto geográficos, por Estados Unidos o Europa, como por las entrañas de Vivian. «A mi abuela nunca la conocí, lo cual me ha dado distancia y me ha permitido construir un personaje de ficción con más libertad. Por su parte, mi abuelo nunca me habló de estas cintas ni de su pasión por el cine. No supe de la existencia de estas imágenes hasta su muerte. Creo que le hubiera hecho ilusión que la gente admirara sus imágenes tras medio siglo ahí escondidas», reconoció Giménez.