El transitar del actor Carmelo Gómez (Sahagún, 1962) por los escenarios y sets de rodaje de nuestro país habla por sí mismo y no requiere de ninguna presentación. En cualquier caso, aquí van unas líneas. Ganador de dos premios Goya por sus papeles en Días contados y El método, diferentes distinciones, una larga lista de trabajos en filmes de esos alejados de lo ‘facilón', y un grandísimo amor por el séptimo arte y, sobre todo, el teatro. Es este último ambiente el que le trae al Principal de Palma el sábado a las 19.00 horas y lo hará bien acompañado. Nada menos que del poeta más universal de Granada con A vueltas con Lorca, obra con importante contenido musical y dirigida por Emi Ekai donde «contamos la vida y la muerte del poeta desde su propia obra». Sobre la riqueza del autor del Romancero gitano y mucho más habla Gómez antes de subirse al escenario del Principal.
Se cumplen 30 años del estreno de Vacas, la primera película de su trilogía con Julio Medem, ¿cómo valora este lapso de tiempo?
— ¿30 años ya? Fíjate... veo casi un abismo entre Vacas y mi situación de ahora. Un abismo o un volver a empezar. Me ha dado tiempo para bajarme del caballo desbocado que era el cine entonces y ahora, quizá, haya un renacer. En cualquier caso, hoy en día sería imposible rodar una cinta como aquella por guion y ya ni te digo estrenarla.
Este año regresa al cine con lacinta de Imanol Uribe, La mirada de Lucía, tras varios años alejado de la industria. ¿Qué impresiones tiene ahora sobre el mundillo?
— No sé ni al servicio de qué está ya la industria. Tiene que ver con el consumo, claro, pero hay tantas formas de llevar a la masa hacia donde uno quiere. Está muy relacionada con el entretenimiento y poco con el sentarse ante los estímulos y sugerencias visuales de una película. Hoy en día tenemos solo un cuentito tras otro donde es muy difícil encontrar algo que sea bello, basta con que sea guapo. No creo que sea algo mejor ni peor, simplemente es así. La sociedad contemporánea es inmediata y no quiere profundidad, solo entretenimiento del tipo agitar antes de usar y tirar el envase después.
Sus papeles se han caracterizado por su carga social y reivindicativa, ¿cómo de selectivo era?
— Hubo una época en la que lo era más y las historias tenían que conmoverme. Siempre he tratado de elegir con un trasfondo social, aunque no siempre fui tan fino. Por ejemplo, con El perro del hortelano, que es una peli fantástica, hoy la volvería a hacer pero de otra manera, centrándome más en la parte terrible que vivió Lope y que era una represión que llamaban Inquisición, con eso lo digo todo. Ni Abascal llega a aquello. Ahora, sin embargo, es otro cantar porque tengo más tiempo para elegir y espero tanto que lo voy a dejar todo, al final.
Usted, junto con otros actores, ha sido vetado y parece que siempre hay el mismo patrón ideológico detrás.
— Ese patrón es una losa permanente en este país y no nos deja movernos. Está en las cadenas, que hasta ahora han pertenecido siempre a una línea editorial, en la publicidad, en el telediario. Está hasta en el mando a distancia, porque la gente no pone lo que necesita oír, sino lo que quieren oír. El patrón ha triunfado y podemos saber en qué mundo estamos en función de la gente que ha sido eliminada.
¿Cómo se aborda la vida de Lorca en la función?
— Queremos contar la vida y la muerte de Lorca desde su poesía y su dramaturgia. Por eso hemos hecho como el Barroco y hemos cogido jirones de aquí y allá a través de textos escogidos que cuentan su vida, su deseo, su contención y su tragedia.
A vueltas con Lorca cuenta con el pianista Mikhail Studyonov, ¿a qué se debe la importancia de la parte musical?
— Federico fue casi pianista y nunca dejó de tocar el piano. Además, él hizo un estudio de recopilación de las canciones populares que inspiró el Romancero gitano y el Cante Jondo. Yo quería recoger la importancia musical y el espíritu de las canciones que impulsaron sus primeros pasos.
¿Qué cree que hace a Lorca tan atractivo a día de hoy para tanta gente?
— Que tenía un corazón panorámico y por eso llegó tan lejos y a tanta gente. Esto es lo que le redime, que era universal. Tuvo un gravísimo problema con el amor, ya que él buscaba uno absoluto y no lo tuvo ni relativo y fue una cuestión de frustración constante. Nunca pudo decir que era homosexual y eso le hacía escribir con una máscara, pero él lo hizo de manera descarnada. Por eso, cuando lees su obra, no habla de un amor homosexual, sino de uno universal, y piensas: esto está escrito para mí. Esto es lo que le pasó a artistas como Leonard Cohen y otros grandes que transforman su vida artística a través de conocer la poesía de Federico.