A pesar de su juventud, la violinista María Dueñas (Granada, 2002), cuenta con una trayectoria envidiable y en ascenso. Algunas de las más importantes salas de concierto del mundo ya han sido testigos de su dominio del violín y suma los reconocimientos internacionales a un ritmo vertiginoso. Ubicada en Viena, donde estudia con el distinguido pedagogo Boris Kuschnir, Dueñas llega este jueves al Trui Teatre para interpretar a las 19.30 horas junto a la Orquestra Simfònica de les Illes Balears a Tchaikovsky y Camille Saint-Saens con su «joya histórica», un violín Guarneri del Gesú Muntz de 1736, que la acompaña como el tesoro acústico que es.
Primero lo obvio, lo de llamarse María Dueñas le ha generado alguna confusión, ¿no es cierto?
— (Risas) Pues justo hace unos días me etiquetaron en una publicación de Instagram por el último libro que ella ha publicado como si yo fuera la autora y yo pensé: ¡mira qué bien, he sacado un libro y yo sin saberlo!
¿Cómo es poder viajar a Mallorca en medio de esta situación?
— Es un placer muy grande porque además va a ser la primera vez que vaya a la Isla. Tengo muchísimas ganas de conocerla y de poder pasear por Palma y, claro, de tocar y sobre todo si es con público, algo que prácticamente solo se está haciendo en España, ahora mismo.
¿Qué puede comentar sobre las piezas que interpretará el jueves junto a la Simfònica?
— Pues tocaremos el Concierto para violín y orquesta de Tchaikovsky, que es una de las joyas del repertorio violinístico. Además es un lujo porque me encantan los compositores del romanticismos, que están llenos de contrastes en los distintos movimientos de sus obras, pasando de la alegría a la melancolía de un momento a otro.
¿Qué fue lo que le llamó la atención del violín para que se convirtiera en su instrumento?
— A mis padres les gustaba escuchar música y yo crecí en ese ambiente. Íbamos en el coche y sonaba música, en casa, en todas partes. Y una vez me llevaron a un concierto y vi un violín por primera vez, y me enamoré del instrumento y dije: eso es lo que yo quiero tocar.
¿Con cuál se queda: con su primer violín con el Guarneri del Gesú que le acompaña ahora?
— Mi primer violín lo tengo en casa todavía, y es una monada, muy pequeñito, pero el que tengo ahora es una reliquia histórica. Es una responsabilidad muy grande y no me podía imaginar que me lo fueran a ofrecer.
¿Se nota el momento en el que se deja de ser una joven prodigio a una artista consagrada?
— Lo cierto es que yo siempre he trabajado con el objetivo de ser una artista consagrada, de modo que en realidad no se nota.
Hace poco logró ganar el concurso neoyorquino Getting to Carnegie Hall 2021, ¿otra hazaña más que sumar a su ya larga carrera?
— Pues sí, no me lo esperaba. Era un concurso online en el que tenías que tocar una sonata que no se había tocado. Yo me presenté por diversión porque como había otros candidatos que eran de Estados Unidos y tal, pensaba que no tendría muchas posibilidades. Y al final lo he ganado y es una gran alegría.
¿Qué le diría a la gente para animarles a asistir al concierto de mañana?
— Que la música es algo fundamental y no todos los días se tiene la oportunidad de poder escuchar música en directo. De modo que les diría que se animen y vengan a disfrutar conmigo de Tchaikovsky.