En apariencia, Albert Pla es un tipo tímido, instruido y modosito. Charlamos con él por teléfono y nos desliza frases escuetas, como si les restara importancia. En escena, en cambio, se convierte en un diablo homicida de los convencionalismos. Ying y yang; blanco y negro; día y noche conviven con inusual armonía en el interior de este artista polifacético con semblante pasmado y espíritu transgresor. Pla está cabreado. Lo muestra sin ambages en su último single, Os acordáis, un corte tranquilo de belleza serena en el que enseña las uñas mientras ironiza sobre el impacto del coronavirus. Lo presentará el 7 de mayo en Trui Teatre (Palma).
En Os acordáis vuelve a demostrar que tras su humor bufonesco siempre hay una crítica...
—Es mi forma de escribir, no le doy importancia, sólo es una mierdecilla de pandemia.
Su segunda novela, Espanya en guerra, es una nueva prueba de su narrativa provocadora, ¿la catarsis es mayor cuando se canta o se pone negro sobre blanco?
—Cantando. Cuanta más gente hay mayor es la catarsis.
A usted le pasa un poco como a Sabina, que no sabe hacer canciones sobre la vida domestica…
—Me gusta llevar las cosas al extremo y no mantener una línea narrativa lógica.
¿El personaje se adueñó de la persona?
—No, no hay ningún tipo de cambio personal de una faceta a la otra.
La corruptela, el anti catalanismo y la derecha desbocada de este país, ¿no le parece una película de Berlanga?
—Claro. Los personajes que salen en el Telediario parecen sacados de La Escopeta Nacional. En el fondo, los fachas también tienen una parte entrañable.
¿Nos iría mejor si rompiésemos los espejos retrovisores para empezar a usar mejor la memoria?
—No me interesa la política porque hace tiempo que la sociedad no me importa.
¿De qué modo le ha mostrado el mundo que no es especial?
—En las críticas musicales, a veces el tío que me ha hecho una mala crítica días más tarde pone por la nubes a Sabina.
Decía Lennon que en sus canciones, de un modo u otro, al final siempre hablaba de sí mismo o para sí mismo, ¿se aplica el cuento?
—Hago canciones para mí mismo, intento decirme cosas que me sorprendan o me hagan reír.
¿Existe algún tema de su repertorio que por su letra hoy en día le dé reparo cantar? Al estilo La mataré, de Loquillo.
—Podría hacer un repertorio con el que me echarían a pedradas de los escenarios.
En qué dicotomía se siente más reflejado: ¿Beatles-Stones o Who-Kinks?
—De los que has dicho los únicos buenos son los Beatles.
¿A dónde llevan los atajos en el mundo de la música?
—Los caminos de la música son inescrutables. Fíjate que a veces te gastas pasta en promoción y no sirve de nada, y va el PP y te censura una canción y lo petas....
Muchos músicos dicen con pesar que la única manera de ganarse la vida es haciendo conciertos. ¿Es algo malo per se?
—Que un cantante lo diga me parece el colmo. Desde el inicio de los tiempos los cantantes son tíos que cantan a la gente, esa es la finalidad, lo excitante..
Si la radio comercial no te programa y tampoco suenas en Radio 3, ¿estás en tierra de nadie?
—Sí, pero es que se vive muy bien en tierra de nadies.
Steve Van Zandt, de la E. Street Band, dijo que se metió en la música para follar y beber gratis, ¿cuál es su balance en función de esos objetivos?
—Bueno, hemos follado y hemos bebido lo que hemos querido (risas).