Hasta la fecha, ya han trascendido tres de los cortes que dan forma a MKMK, el inminente disco de Maika Makovski, en comercios el próximo 28 de mayo. Y tanto sus dos primeros singles, I live in a boat y Reaching out to you, como el tercer sencillo y tema que abre el disco, Love you til I die, poseen ese ‘je ne sais pas quoi' que enamora a la primera escucha; esa furia cruda bajo la que palpita el espíritu de Velvet Underground; ese erotismo poético que es elegante a la par que hot, elementos distintivos de su ‘marca'.
Otro elemento, el autobiográfico, es un recurso que debe utilizarse bajo conciencia del riesgo que comporta. Convertir cada anécdota, cada trauma, naufragio, obsesión o recuerdo en una canción es convertir tu mundo en una vidriera a la que cualquiera puede asomarse, observar y juzgar. Y hay otro problema: el momento en el que se abandona este recurso, ¿cómo dejar claro que el relato se ha tornado ficción? Con Makovski es fácil perderse en ese brumoso espacio que separa realidad y ficción. Su último disco, no obstante, discurre por el terreno «de la esperanza, de la idea de que la música es el antídoto contra el aislamiento».
Confiesa la cantautora que, por primera vez en mucho tiempo «no tenía una banda con la que reunirme en el local de ensayo. Había pasado meses escribiendo la banda sonora de Quien a hierro mata, que fue un proceso solitario y muy ligado a una pantalla de ordenador. Así que empecé a escribir canciones muy directas, como un puñetazo, pensando en tocarlas de nuevo con banda, en hacer música más orgánica y más comunitaria», explica.
Colección
Quien sabe si Makovski, que en sus anteriores trabajos ya había mostrado al mundo su colección de filias y fobias, quería dejar de exponerse y escribir desde una perspectiva más resguardada. Sea como fuere y a la vista del resultado, que no es, precisamente, un témpano de frialdad, ha fracasado. Porque sus temas continúan siendo tan implicados y directos como de costumbre, «hablan sobre el apego a las tecnologías, la soledad emocional, la necesidad de encontrarnos los unos con los otros; de poner en valor lo que sí nos da la felicidad, que son las relaciones humanas, con y a pesar de toda su complejidad». Sobre este lecho, el oyente recibe una severa dosis de «energía» que nos ayuda a «reconectar con nosotros mismos y con los demás».
Ya lo ven, en MKMK, la artista ha vuelto a correr riesgos musicales y poéticos, una sana costumbre de esta compositora y cantante inquieta, en permanente búsqueda artística.