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Elena Medel, escritora: «Vivimos en un sistema capitalista, pero es posible escaparse por sus grietas»

La escritora y editora Elena Medel, en una imagen reciente. | LISBETH SALAS

| Palma |

Elena Medel (Córdoba, 1985) no es un nombre desconocido en el panorama literario ni editorial de nuestro país. Con 17 años publicó su primer libro de poesía, Mi primer bikini (DVD Ediciones, 2002), en 2004 creó la editorial de poesía La Bella Varsovia y es autora de los ensayos El mundo mago (Ariel, 2015) y Todo lo que hay que saber sobre poesía (Ariel, 2018). En 2019 se atrevió con la literatura infantil y, junto a la ilustradora María Hesse, publicó La pequeña princesa (Montena). Ahora, la poeta y editora se estrena en el género narrativo con Las maravillas (Anagrama), una novela sobre cómo el dinero afecta a nuestras vidas y desde una perspectiva de género. Con motivo de este debut, Medel participó este miércoles en el club de lectura feminista, en formato virtual, de la librería Drac Màgic.

¿Cómo surgió la necesidad de escribir una novela?
— En realidad he escrito narrativa desde siempre, desde antes de publicar mi primer poemario. Soy lectora de todos los géneros, también de teatro, y creo que la escritura es una consecuencia de la lectura. Por otra parte, es la primera novela que publico, pero en realidad es la cuarta que escribo.

¿Qué pasó con las otras?
— Las terminé descartando porque no me convencían. Al final me di cuenta de que todas ellas tenían en común un personaje, Alicia, que iba cobrando peso en las diferentes tramas. Así que me puse a escribir Las maravillas que, en un primer momento, tenía que titularse Ideología.

¿Por qué prefirió Las maravillas?
— Me gustan los libros que tienen una lectura abierta y, con el título Ideología, creo que limitaba la lectura, aunque la novela tiene un punto muy político. Las maravillas es un título irónico y me interesaba porque surge de dos personajes secundarios de la trama, aunque juegan un papel importante. El humor está presente en la novela pero es un humor perverso, muy presente sobre todo en Alicia.

Las protagonistas son tres mujeres de diferentes generaciones que no cumplen con su papel de cuidadoras, tan asociado a nuestro género.
— Siempre que alguien enferma, automáticamente se tiene que encargar de su cuidado la mujer más cercana, sea la hija, la madre, la abuela o la esposa. Y si no hay una mujer que pueda hacerlo, se contrata, eso si hay suerte, a una mujer que lo haga. Con todo, la mujer que no asume ese canon es mal vista. Una de ellas, María, a finales de los sesenta tiene que emigrar a Madrid para encontrar trabajo y mantener a su hija. En esa época, la mujer tenía que tener el permiso de su padre, no tenía capacidad de decisión. La España de los años 60 no es la que pintan en Cuéntame, había muchas situaciones de pobreza. Pero nos hemos olvidado de nuestra historia demasiado pronto.

El dinero, la falta de dinero, es el motor de estas historias y también es una realidad.
— Sí, aunque no nos guste y queramos escapar, vivimos en un sistema capitalista. Sí creo que es posible encontrar unas grietas, unos espacios por los que colarse como vía de escape.

Podría decirse que, al dirigir La Bella Varsovia, es una empresaria.
— Sería muy ambicioso pensar en la editorial como una empresa (risas). Es un proyecto que no sale rentable y que a veces incluso no es sostenible; se apoya en una precariedad continua. Pero, como decía, el capitalismo tiene unas grietas y las cosas se pueden hacer de otra manera. Quiero pensar que la editorial contribuye a eso. Si nos guiáramos solo por el dinero tendríamos una vida pobre y no publicaría poesía o no apostaría por el tipo de poesía que publicamos. Publico poesía porque es algo personal, de compromiso con el género.

¿La creación da para vivir?
— En mi caso no. Nunca he vivido de lo que escribo. Mi trabajo real, con el que me gano el pan, es el que hago para otras editoriales: edición y corrección de textos, comunicación y redes sociales, etcétera. Luego, escribo artículos si me los piden, para redondearlo. Mi oficio es el de editora, aunque no es remunerado.

Típica pregunta, ¿el dinero da la felicidad?
— El concepto de felicidad es complicado y para cada persona significará algo diferente.

Da la sensación que cuando un trabajo es vocacional y se cobra poco, se aprovechan porque, dicen, ‘al menos te gusta’. La precariedad está a la orden del día.
— Totalmente. De eso habla muy bien Remedios Zafra en su libro El entusiasmo [Premio Anagrama de Ensayo 2017]. Es una paradoja muy peligrosa y perversa, el estar explotado por hacer algo que te gusta hacer. Me gusta mi trabajo, pero también me gusta poder pagar el alquiler o la hipoteca o tener la nevera llena.

Portada de la novela ‘Las maravillas’.
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