Un escenario vacío y un auditorio en oscuridad. El réquieum de Mozart inunda la vacuidad espacial y solo un foco encendido, apuntado directamente al centro de la tarima, donde yace, solemne e inerte, un gran maletín de altavoces, féretro improvisado del que rebosan cables y sobre el que descansan las dos máscaras del teatro. A su lado, una funda de guitarra junto a una guitarra huérfana, desvalijada al no tener nadie quien la toque y lo que es peor, nadie quien la escuche. Poco a poco, los asistentes presentan sus respetos en el velatorio que confirma lo que algunos temían y anunciaron desde hace tiempo: la cultura ha muerto.
Esta imagen que se ha descrito es real y, al mismo tiempo, ficticia. Real porque es lo que se ha orquestado en el Trui Teatre en el acto de protesta de Alerta Roja, que denuncia cómo «se está dejando morir al sector poco a poco», como explica Aitor Jimeno, de Mute Baleares. Ficticio, a su vez, porque no deja de ser una performance que trata de advertir de un fallecimiento que se acerca cada vez más y que es, todavía, evitable.
Alerta Roja ya ha alzado la voz, figuradamente, sobre la situación del sector en otras ocasiones. El 17 de septiembre fue cuando iniciaron su andadura ante las medidas tomadas en varios lugares de España que solo daban la puntilla a un sector que aúna técnicos, de sonido y de iluminación, músicos, maquilladores, promotores, empresarios, artistas, peluqueros, montadores, personal de sala, taquilleros, feriantes y un etcétera tan largo que acabaría con el espacio de este artículo. Jimeno, una vez más, se expresa contundentemente y señala «somos el sector con más restricciones» y asegura que el acto de hoy «es un grito desesperado de ayuda».
Una ayuda que se promete en las distintas reuniones mantenidas con altos dirigentes, como la Ministra de Trabajo, Yolanda Díaz o el Ministro de Sanidad, Salvador Illa, pero que no se concreta en medidas y ayudas que palien los efectos de la pandemia y las situaciones derivadas de la misma en el sector.
«De todas las peticiones que hicimos, que eran 12, solo se ha cumplido una: Declarar la cultura como un bien esencial. Pero si eso no va acompañado de medidas se queda en un gesto simbólico», denuncia Jimeno al tiempo que detalla los elementos que caracterizan el acto en el Trui Teatre: «Es un velatorio y ya. No vamos a hacer ningún discurso, solo el acto del funeral». Una imagen vale más que mil palabras.
Este último toque de atención busca dar un tirón de orejas a las autoridades locales y autonómicas, con las que ahora intentarán reunirse desde Alerta Roja para salvar la situación. «No hemos pedido hasta ahora ninguna reunión ni hemos tenido ningún contacto, pero ahora sí lo buscamos. Queremos reunirnos con Armengol y con la Consellera de Cultura», señalan desde la organización.
El objetivo no es otro que lanzar un salvavidas a un sector que suma miles de trabajadores de muy variados que dependen de que haya eventos, espectáculos, conciertos. De que haya cultura, en resumidas cuentas. Un bien esencial, sí, pero no por ello exento de protección. La necesidad de la cultura no solo es del artista y del espectador, sino de todos los que ahora claman por una ayuda que no termina de llegar. La alerta roja se mantiene con el objetivo de que el funeral representado hoy no se torne en una realidad.