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«Como el Titanic, el sector de la música está hundido y de ahí no lo saca ni Dios»

Hugo Sócrate y Victor Uris, en acción.

| Palma |

Cuando los medios hablan de la industria musical, aunque la mayoría piense en grandes artistas que llenan estadios, en realidad nos referimos un negocio que abarca mucho más de lo que se percibe a simple vista. Personas que trabajan a diario para sostener una gran estructura de shows en vivo, que hoy está al borde de la bancarrota. Para protestar por su situación, dos de los artistas más reconocibles de la escena local, Victor Uris y Hugo Sócrate, ofrecieron este fin de semana un show improvisado en plena calle Jacint Verdaguer de Palma, con el que pretendían denunciar la precaria situación que atraviesa la música en vivo en pandemia.

En opinión de Uris, el sector musical se encuentra en estos momentos «como el Titanic, hundido en el fondo del mar y no lo saca ni Dios». El reconocido bluesman mallorquín tampoco ve claro el futuro a corto plazo, y muestra su recelo ante las medidas que se están tomando al respecto. «El gobierno tiene muy buenas palabras pero realmente no hace nada, y los músicos tienen que trabajar, pero también otros profesionales relacionados con el gremio como los técnicos y el personal de los teatros, que parece que sean invisibles. Nosotros no somos los culpables de esta pandemia, pero estamos pagando los platos rotos, lo estamos pasando muy mal», se lamenta.

Precariedad

En ese mismo sentido se expresa su compañero de fatigas, el músico argentino criado en California y madurado en la Isla Hugo Sócrate: «La pandemia ha dejado nuestro sector a cero, es la peor pesadilla de un músico». Ambos se lamentan de la precariedad de un sector que, más allá de ser un potente dinamizador cultural, «nos levanta la moral, y es que, más allá de lo económico, tocar es una necesidad vital para nosotros», subraya Sócrate.

La idea de sacar su repertorio a la calle, aclaran, fue del todo «improvisada». Para el concierto, de una hora y media de duración y perpetrado en clave acústica, únicamente requirieron de «una armónica, una guitarra y un amplificador pequeño de tres vatios», aclara Uris. Creando un pequeño revuelo entre los transeúntes que circulaban por la calle Jacint Verdaguer de Ciutat. «La gente respondió muy bien, se paraban para disfrutar de la música, creo que ellos lo necesitan tanto como nosotros», agrega Uris.

En opinión del armonicista mallorquín, la solución al problema radica en «abrir las calles a la música en directo, y que los ayuntamientos dejen de ignorarnos».

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