Cuatro décadas de impacto. Desde sus primeras experiencias como circo itinerante hasta su incursión en la ópera, La Fura dels Baus siempre ha sido sinónimo de subversión y frenesí escénico. Sus espectáculos, trufados de provocación y estimulación sensorial, sacuden y despiertan conciencias.
Forma parte de un juego sin espacios diferenciados entre actores y público, con escenografías móviles. Este domingo 30 de agosto, el Mallorca Live Festival Summer Edition acogerá Free Bach 212, un montaje en el que recuperan la cantata campesina 212 de Johann Sebastian Bach desde una perspectiva muy personal. Hablamos con Miki Espuma, director artístico de la compañía catalana.
El sexo, la perversión y las miserias del ser humano ocupan un espacio preponderante en sus montajes, ¿cuál es su papel en Free Bach 212?
—Este es nuestro espectáculo más musical, en realidad es prácticamente un concierto de música al uso. Se trata de una cantata campesina en la que suceden las cosas típicas de un entorno rural, es un espectáculo muy optimista en el que no hay momentos de tensión, es un divertimento puro. Aprovecho para invitar al público a hacer un esfuerzo y venir, que estén tranquilos porque la obra está tratada con todas las normas de seguridad pertinentes. Hoy más que nunca necesitamos de su presencia, el teatro sin público se muere.
¿Cuál es la doble lectura que nos brinda este montaje?
—Que aquello que sucedía en el siglo XVIII en la Baja Sajonia alemana continua pasando hoy en día. Han pasado dos siglos y aunque la humanidad ha crecido mucho tecnológicamente, a nivel social apenas han habido cambios.
Uno de los grandes logros de La Fura consiste en haber despojado a la ópera de su imagen elitista para acercarla a las grandes audiencias, ¿no está de acuerdo?
—Absolutamente. En los años 80 era imposible ver a alguien en tejanos en la ópera y ahora no es así. El público ha cambiado, los precios han cambiado.
En el fondo, siendo muy reduccionista, creo que ustedes siempre han intentado hacer teatro popular de calidad.
—Creo que La Fura encontró en los años 80 un lenguaje propio que nos ha dado 40 años de trabajo, y en este tiempo hemos ido matizando ese lenguaje, llevando la ópera, el teatro de calle o el musical a nuestro terreno. Y esto crea una personalidad.
¿Qué personajes de hoy podrían ser los protagonistas de Free Bach 212?
—Muchos políticos actuales podrían formar parte, de esos que dividen al público entre quien los adora y quien los mataría.
¿Disfruta más con un ópera de nueva creación o con la reinterpretación de títulos clásicos?
—Me gusta hacer cosas nuevas. Pero en el caso de la obra que nos llevará a Mallorca, creo que reinventar a Bach añadiéndole música electrónica le da una personalidad propia.
¿En los clásicos están ya contadas todas las historias?
—La pandemía nos ha cambiado el guión de todo, pero creo que la música, el arte en definitiva, es infinito. Aún quedan muchas historias por inventar y por contar.
En plena crisis sanitaria, el mundo se divide entre quienes piensan que aprenderemos de esta experiencia y quienes sostienen que el ser humano seguirá cometiendo los mismos errores, ¿de qué lado se postula?
—De ambos. Creo que caeremos en la misma piedra pero por propia lógica evolutiva iremos aprendiendo.
¿Qué aborrece del mundo de la escena?
—Es complicado (se lo piensa un rato). En realidad no hay nada, porque el teatro es mi vida, hemos inventado un tipo de escena de la que llevamos 40 años viviendo, no hay nada que aborrezca de este estilo de vida.
¿Cree que algunos espectáculos de La Fura miden las pulsiones sádicas del publico?
—Algunos espectáculos sí, Free Bach 212 no. Cuando adaptamos La filosofía del tocador hubo momentos de pánico entre una parte del público que no entendía que aquello era una crítica del sadismo, hubo quien pensó que La Fura es violenta pero no es así.
¿Le molesta cuando lee que el objetivo último de sus montajes es el de provocar?
—No me molesta, creo que el arte debe provocar, si no lo hace se convierte en un entretenimiento que no va a ninguna parte. Y yo espero que nuestros montajes sean tan provocativos que la gente no los olvide nunca.