Samantha Hudson (Magaluf, 1999) protagoniza un espectáculo en julio y agosto en el Maravillas Club de Malasaña, en el corazón del Madrid más bohemio y underground. Tras lanzar el pasado mes marzo el vídeoclip Hazme el favor, la joven artista está preparando dos nuevos temas con el sello Subterfuge Records para después del verano en colaboración con Chenta Tsai (Putochinomaricón). Irreverente, cáustica, sin pelos en la lengua e inteligente, Hudson reivindica otra manera de hacer, actuar y ver las cosas desde sus plataformas interminables y su personalidad de travesti políticamente incorrecta.
Se le ha definido como «uno de los personajes más relevantes de la contracultura madrileña».
—Más que contra soy procultura. En los años 80 era contracultura; ahora, lo queer y lo LGTBI están a la orden del día; no sé si por un interés genuino, por un progreso y un avance en la mentalidad de la gente o más bien por un interés económico de las grandes plataformas. Un poco underground sí que soy porque me siguen pagando una miseria.
En esta atípica Semana del Orgullo LGTBI+ 2020 ha formado parte de la campaña ‘Protégete del odio', ¿en qué ha consistido su labor.
—Básicamente, en dejar las estaciones de metro más céntricas repletas de iconos de la contracultura y de referentes LGTBI. Ha sido un orgullo compartir iniciativa con Carla Antonelli. Desarrollamos una terapia de shock para la gente que aún pueda tener pensamientos retrógrados. Mi cartel se pudo ver en las estaciones de La Latina y Tribunal. Lo quise en la Castellana, ya que soy muy roja, para fastidiar a las clases más burguesas, pero no pudo ser.
Con la pandemia, habrá visto como se le anulaban proyectos y se paralizaban actuaciones.
—Algunas sí. Aunque tengo la suerte de estar cada jueves de julio y agosto en la Sala Maravillas, un club mítico de Malasaña, donde han quitado la pista de baile y han puesto sillas y mesas. A mí me parece lo más porque estoy harta de que a las travestis se nos relegue a un plano exclusivamente de fiesta o a un ámbito nocturno. La atmósfera de la farándula nocturna madrileña me apasiona, pero, al fin y al cabo, es una desmejoría para tu cuerpo. La gente debe cambiar el chip y entender el travestismo y los shows de transformistas una manera más profesional, no como una feria de monstruos que vas a ver para entretenerte. Si vas al teatro a las nueve de la tarde, por qué no irás a ver un show de travestis a esa hora. Es un trabajo que tiene que ponerse en valor.
¿En qué consiste su show en Malasaña? En diciembre publicó un Los grandes éxitos de Samantha Hudson con temas como Soy maricón o Burguesa arruinada.
—La verdad es que son las únicas canciones que tengo; puse ese título en plan broma. Porque los grandes éxitos es el disco que publican las divas de la copla y las folclóricas al final de sus carreras; pero yo decidí empezar la casa por el tejado: publico mis grandes éxitos, ya me quito lo más grande de encima, y voy tirando. En el espectáculo de Madrid interpreto mis canciones y hago alguna versión de The Rocky Horror Picture Show, un musical de los años 70 que me gusta mucho. Canto, hago la mamarracha, me abro de piernas, hago el spagat, saltos y acrobacias y entre medias hablo con el público. Como con el Covid-19 no se puede interactuar tanto, me dedico a hacer gestos obscenos y a ser una mujer deslenguada.
Usted afirma que corre peligro por ser como es. ¿Tal vez porque puedan agredirla o insultarla en la calle?
—En Madrid no lo noto. En Mallorca es diferente porque la línea entre el centro y la periferia está desdibujada, y en los barrios obreros es donde por desgracia es donde suele haber más homofobia. Madrid centro está repleto de discotecas de ambiente; la gente tiene una mentalidad más abierta. Los que vienen a Madrid son jóvenes muy modernos que quieren dedicarse al arte. Es un ambiente muy bohemio. Aquí no tengo problema para pasearme en bragas y con tacones por la calle. Antes del Covid había manifestaciones de neonazis sobre todo por la zona de Moncloa. Sin ir travestido corro el mismo peligro. Si me tienen que dar una paliza que sea yendo guapa, bien vestida y arreglada. Mejor morir de pie que vivir de rodillas.
Defiende una actitud punki ante la vida sin tener el final de Sid y Nancy. ¿Provocar, ir en contra de lo establecido, reivindicar lo políticamente incorrecto?
—El punk de los 80 fue utilizado por el poder para distraer a la población y que esta no se fijara en otras cosas como conflictos bélicos o corrupción. Consumir drogas de manera desmesurada es un hábito insalubre. Ahora cuando todo te incita a eso lo más punki es quererse y cuidarse, comer bien y llevar un estilo de vida sano. La verdadera revolución empieza por tener mente y cuerpo sanos, sino no tienes energía ni tiempo de luchar por las cosas que quieres cambiar. Provocar es en lo que se basaba el movimiento punk. Y no hay nada más provocativo que una travesti en bragas por la Gran Vía.
¿Echa de menos Mallorca?
—Con el tema de la pandemia ahora estará fenomenal. Excepto en el Arenal, ya que los alemanes son como las cucarachas: aunque haya una guerra nuclear ahí siguen. A la Isla le viene bien este respiro, pese a que es una debacle económica. Hay que buscar alternativas para no depender solo del turismo. Aunque por temas de trabajo y desarrollo profesional prefiero estar en Madrid.