Joan Bennàssar (Pollença, 1950) es uno de los artistas más internacionales que ha dado Mallorca, sin embargo, han transcurrido dos décadas desde su última exposición en el lugar donde nació, donde vive y crea. Las monumentales esculturas y pinturas que forman sus Raons humanes (razones humanas) marcan un punto de inflexión en esta ausencia pollencina, para orgullo del artista y de quienes admiran su obra.
—¿Qué significado tiene Raons Humanes?
—Mientras terminaba la trilogía dedicada al Mediterráneo, comencé a trabajar en una nueva temática, que son las razones o valores humanos de los que el hombre se está alejando. Para salir adelante, necesitamos tener templanza, orgullo, ser receptivos, estar a disposición de los demás.
—¿Por qué ha escogido Pollença y su Calvari?
—Quería contribuir a reactivar el pueblo, creo que el arte puede atraer a un público interesado en descubrir todo lo que Pollença puede ofrecer. Y el Calvari representa esfuerzo, sin esfuerzo no hay logros. Y también que cuanto más subes, más amplías tu horizonte. Las obras expuestas a lo largo de las escalinatas están dedicadas «al vivir». Hay un conjunto de esculturas que representan el ofrecimiento, la receptividad. Otros grupos escultóricos simbolizan la pasión y el equilibrio, porque la vida es un gran equilibrio.
—¿Ve una salida a la crisis actual?
—Saldremos de ésta, es hora de reactivarse y ha quedado claro que no hay una salida individual, ha de ser colectiva necesariamente. Por ello en este trabajo apelo a valores como la amistad, la convivencia y la ética. Están representados en la segunda parte de la exposición, en el Convent, titulada El foro de los negocios públicos y las leyes.
—Conserva la fe en el ser humano...
—Hemos terminado con muchas especies y tribus, sin duda el hombre es un depredador, pero es capaz de soñar. Tengo una visión positiva, creo que saldremos reforzados de esta crisis, vivíamos de un modo muy superfluo.
—¿Qué papel juega el artista en estos tiempos?
—El arte ha vivido unos tiempos espectaculares, le ha ganado la partida a la comunicación en el siglo XX. Pero ahora el artista tiene que comprometerse, tomar partido sobre las verdades que le inquietan, tener una narrativa que valga la pena.