El cine Rívoli había programado, entre otras, Turbulencia zombi para marzo. Una historia de Martín Garrido Ramis que cuenta cómo «en un pequeño pueblo un grupo de frikis decide hacerse millonario grabando una película de zombies para Youtube». Así lo indica uno de los carteles de la puerta. No llegó a estrenarse.
De momento todavía está cerrada la sala (y el resto de cines de la ciudad) pero por poco tiempo. Margalida Salom, gerente, y Joan Ramis –que se encarga del mantenimiento y de coordinarlo todo para su apertura– saben desde el día anterior la última fecha para que la vida sea otra vez cine. O al revés. El reinicio de todo lo que vendrá después será el 26 de junio.
Seguramente esa vieja máquina siempre ha estado ahí. Seguramente la gente ni habrá reparado camino de las butacas de la sala. Pero adquiere un significado especial si te abren la sala cuando falta un día para que se cumpla, este jueves, el 89 del estado de alarma. Más cine, por favor, como cantaba Aute.
Más cine. Y más teatro. Y más presentaciones de libros. Y más música. Y más directos. Poco a poco, todo eso va despertando: la cultura recupera su espacio.
El cine tiene sus propias reglas. No todo depende de la buena voluntad. Es lo que explica Salom: si todo es global, en el cine lo es aún más. No se mueve nada sin que Estados Unidos lo diga. Hay cines y ganas pero no basta. Lo resume Ramis con un ejemplo sencillo y fácil de entender: «Es como si tuviéramos una panadería sin harina».
‘Cásting' para el teatro
Acaba de abrir la librería Rata Corner, justo frente al Rívoli. Y Miquel Ferrer y Edy Pons tienen buenas noticias: ya se están retomando las actividades, entre otras Literatura amb crispetes, donde se habla de cine y literatura. El ciclo saldrá de la librería e irá al patio de la Misericòrdia. Cati Moyà y Marta Pérez lo retomarán, allá, el 17 de junio. Pero es que, además, ya se han programado también presentaciones de libros. Así –apunta Ferrer– uno muy pegado a la actualidad: Magaluf, més enllà del mite, de Tomeu Canyelles y Gabriel Vives.
Ese libro es, según se anota en su solapa, «una reflexión crítica sobre el modelo turístico de sol y playa» y de cómo «el sensacionalismo informativo, los juicios de valor y las descripciones tópicas pueden condicionar la realidad».
Es cuestión de días que empiecen a llegar turistas a Mallorca. Vendrán de Alemania. Todo volverá (aunque con limitaciones) a la normalidad anterior a la inminente ‘nueva normalidad'. Todavía es pronto para saber si surgirán películas, libros y canciones de todo lo que se ha vivido estos meses. Lo que ya está en marcha, retuiteaba el otro día el director del Teatre Principal, Josep Ramon Cerdà, es uno de los primeros cástings de la era postpandemia. Se buscan cinco mujeres y un hombre para participar en Kelly, una obra teatral con texto de Rafel Gallego y dirección de Sergi Belbel que reflejará el universo de la camareras de hotel.
Volverá el turismo, asomará el verano, volverá el cine (la vuelta a la normalidad escolar esperará al curso próximo), han abierto las librerías y, también, los bares. Casi todo está en marcha.
¿Todo? O casi todo. Falta un ‘pequeño' detalle que tiene mucho que ver con la cultura que recupera sus espacios. Si alguien se detiene estos días en un bar, entra a una librería, a un centro cultural o a una biblioteca, comprobará que aún no puede hacerse con un ejemplar del Youthing. Su último número, de marzo, puede consultarse, eso sí, en versión electrónica o en pdf.
El Youthing nació en 1992 en formato papel y se distribuye gratuitamente. Fue una idea de los hermanos Quetglas. Uno es Fede, que explica que cuando la cultura haya recuperado su espacio, la edición impresa volverá a la calle para contarlo. Evita salir en la fotografía: «Youthing es de la gente, nos gusta que se sienta protagonista y que sienta que la revista es de todos y suya». Como la cultura.