Pullman, la premiada película del cineasta mallorquín Toni Bestard, se estrenó este viernes en la plataforma digital Filmin, adelantando de este modo su pase en las salas de cine tradicionales, a lo que no renuncian en un futuro, e invirtiendo el proceso de distribución adaptándose a los nuevos tiempos que corren condicionados por la crisis del coronavirus. Es la última de una lista cada vez más larga de títulos que optan por esta posibilidad. La historia, que narra la amistad en un viaje iniciático de dos niños que viven en el edificio Pullman de Cala Major, estará disponible durante todo el año para los abonado.
¿Por qué se ha decantado por el estreno digital en Filmin en lugar de en salas comerciales?
—Habíamos planificado un estreno en salas, pero hemos tenido que cambiar el orden. Hemos podido adelantarnos y planificarlo gracias a Filmin, que nos ha ofrecido su plataforma, y a que no teníamos ningún acuerdo comercial con ninguna gran distribuidora. Además, esta plataforma es la que se ajusta más al tipo de película que he hecho, de autor. En otra habría quedado en el fondo del catálogo, pero en Filmin la tienen como estreno destacado. Estamos muy contentos.
¿Han llegado para quedarse este tipo de estrenos digitales o solo se debe a la crisis del virus?
—Creo que habrá que replantear el modelo actual. Es muy probable que en el futuro tengan que convivir todas las ventanas de distribución posibles. Verla en una plataforma y estrenarla en sala de cine. Es cierto que para las películas más pequeñas, de tipo más indie, a lo mejor podrán llegar a más gente a través de plataformas, pero esto es un proceso que ha de evolucionar todavía.
¿Habrá estreno en salas de cine?
—La idea es estrenar en cines cuando todo vuelva a la normalidad. Tenemos un acuerdo con la Sala Augusta y espero que a principios de otoño la gente pueda ir a verla.
¿Ha coincidido el momento perfecto para el estreno de Pullman al permitir a los niños salir del confinamiento tras un mes encerrados en casa?
—Ha dado la casualidad, la verdad. Los niños de Pullman viven en un microcosmos, el edificio colmena en que su vida se desarrolla entre las cuatro paredes de su casa, y de repente emprenden este viaje que es un grito de libertad, de respirar y tener nuevas metas. Tiene cierto paralelismo con este fin de semana cuando los niños puedan pisar la calle de nuevo.
¿Qué tal es trabajar con los niños?
—Hay que hacer malabares para que el niño esté preparado para afrontar la toma, pero todo esto se solucionan cuando al final los niños te dan toda la verdad, porque los niños son eso, es todo verdad.
¿Y qué tal trabajar con Lara Martorell, quien aparece en el filme?
—Fue un descubrimiento y estoy contento de que mi película sea de sus primeros trabajos profesionales antes del salto a Madrid y creo que le espera un futuro prometedor. Es una gran actriz.
La idea de Pullman parte de su corto El viaje, de 2002. ¿Cómo ha cambiado su forma de representar la infancia?
—El viaje fue el punto de partida, pero aunque la infancia no ha cambiado mucho, esa mirada de inocencia sigue estando ahí, mi forma de representarla sí porque los niños de 2020 están sobreinformados. Quizá los de El viaje eran un poco más ingenuos.
¿Está satisfecho con las críticas y premios recibidos?
—Sí, pero estoy más satisfecho de que se estrene y llegue al público. Creo que la gente necesita historias bonitas, como Pullman, que es de amistad. Que llegue a los espectadores y puedan conectar con los personajes y vivir este fragmento de sus vidas.