La dida es uno de los relatos más reconocidos de Salvador Galmés (Sant Llorenç des Cardassar, 1876-1951) y con el que se alzó en 1923 con el Premi Extraordinari en los Jocs Florals. Durante los 60, el cineasta aficionado Miquel Rosselló convertiría esta «historia extraordinaria» en un cortometraje. En 1976, la Editorial Moll la publicó en La dida i altres narracions y, ya en los 90, Maria-Antònia Oliver la rescató adaptándola a obra de teatro, que se estrenó el 31 de octubre de 1996 en el Teatre Principal de Palma, bajo las órdenes de Rafel Duran. Más de 20 años después, la Nova Editorial Moll recupera este valioso testimonio en una «renovada estética» de la colección Les Illes d'Or, con la colaboración del fotógrafo y músico David Álvarez. Presentarán el libro digital de forma «inminente» y la enviarán a imprenta «tan pronto como podamos», narra Tomeu Canyelles, director literario del sello.
Salvador Galmés (1876-1951) es el autor original de ‘La dida'.
«La prosa de Galmés tiene una gran expresividad y su visión trágica del destino y de la existencia humana convierte muchos de sus relatos en atemporales», destaca Canyelles, que insiste en que «pude entenderse como una manifiesta crítica social a la sociedad mallorquina de la época, donde Galmés modula a la perfección el dolor, la angustia y el desplazamiento de la protagonista, pero también su toma de conciencia social o la idea de maternidad».
Por su parte, la versión teatral de Maria-Antònia Oliver respondía a un encargo de la Conselleria de Cultura. «Me hizo mucha ilusión. Conocía muy bien a mossèn Salvador y todas sus obras. Intenté adaptarme a su lenguaje, que era precioso, muy mallorquín y muy antiguo, pues el texto lo era», afirma.
La dida cuenta la historia de Tonina, una nodriza de pueblo sin mucha experiencia de mundo que es contratada por unos señores de Palma para amamantar a su hija. Para ello, tendrá que abandonar su hogar, un lugar marcado por la pureza, tanto del espacio como de sus habitantes, para vivir en una ciudad en la que se siente prisionera. «Intenté adaptarme a su lenguaje, que era precioso, muy mallorquín y muy antiguo», explica la autora de Amor de cans.
Oliver reconoce que «hace un tiempo que lo rural está empezando a coger fuerza y no es por el coronavirus. Lo rural es más apreciado en todas las Baleares, lo que pasa es que hay mucha gente de ciudad a la que no interesa esto ni tampoco el arte o la literatura. Eso sucede en todas partes, no solamente aquí. En Barcelona ciudad, por ejemplo, muchos no saben quién era Salvador Espriu ni autores más modernos». Para ella, «la literatura siempre está en crisis, por un motivo u otro. Pero esta crisis del coronavirus nos pondrá en nuestro sitio».
Además, afirma que «el trabajo de las nodrizas era muy importante en la época. Mi padre, por ejemplo, también tuvo una dida, a la que visitaba cuando sus padres murieron. Hay que tener en cuenta que la protagonista del relato tuvo que dejar a su propio hijo para alimentar a otro», advierte. «Ella se da cuenta de las diferencias sociales que existen entre ambas familias y el final es trágico. Es una obra extraordinaria, muy dura, pero así era la realidad y la sociedad del momento», agrega Oliver, quien declara que «los lectores de hoy pueden disfrutar mucho de ella y también del cuento, pues yo me basé bastante en él».
Intérpretes
La pieza que dirigió Rafel Duran contó con la participación de intérpretes como Pilar Catalayud, Joan Gomila, Rafel Ramis, Apol·lònia Serra, Caterina Alorda, entre otros, y con la colaboración especial de Catalina Valls. «Es un director magnífico, no lo conocí hasta ese momento, pero nos hicimos muy amigos», recuerda.
«La obra de Galmés es bastante conocida entre los intelectuales, pero no sé si tanto como debería. Era un cura al que le gustaba escribir y se le daba muy bien. Igual que Costa i Llobera, que es más conocido, pero para mí son igual de buenos», compara Oliver, que sigue escribiendo, aunque asegura que «no me gusta, no le he encontrado al punto; podría convertirse en novela, cuentos o en nada».